martes, 31 de enero de 2012

Aquel chiquillo,
           el de la cara de pillo,
           el que saltaba como un grillo,
era audaz como el rayo,
      veloz como un rayo,
      más malo que un rayo…


Aquel niño era, además, avispado,
                                                 osado,
                                                     espabilado.


Pero aquel crío,
sólo sentía frío,
buscaba en la luna,
una cuna;
buscaba en el cielo,
consuelo;
contemplaba estrellas
desde ventanas estrechas;
añoraba el Sol,
como un caracol;
buscaba sonrisas,
por los parabrisas;
precisaba besos,
que solo llegaban en sueños;
y abrazos,
de fuertes brazos,
que atasen como lazos;
y un mañana
que no se escapara
por entre las rejas de aquella ventana;
y un puchero caliente;
y pan crujiente;
y una manta pesada;
y una carga ligera;
y un hoy en la escuela;
y que un ¡ojalá!
                        [por fin]
existiera.


Aquel chiquillo nervioso,
                          gracioso,
                          en ocasiones furioso,
dormía, dormía y dormía,
mientras otro mañana, amanecía.


                                                                    Eva

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