martes, 12 de febrero de 2013

Ayer fueron dos las canciones elegidas: "Caruso" de Pavarotti y "Qué hace una chica como tú en un sitio como éste" (Loquillo, homenaje a Burning).
Me regalasteis (gracias Juan, Jose, Andrés, Tere, Llanos) estas palabras:

Nube / suelo - impotencia / rabia - inmensidad / medias - fuerza - melancolía.

... Y aquí os dejo este collage de palabras, fruto de vuestras emociones...

....


"[...]algunas veces vivo y, otras veces, la vida se me va con lo que escribo..."
(Joaquín Sabina)

Mario se levantó con aquella melancolía, persistente, obstinada, en su cabeza:
"algunas veces vuelo y, otras veces, me arrastro demasiado a ras del SUELO, algunas veces busco un adjetivo, inspirado y posesivo, que me arañe el corazón..."

Sabina era como parte de su ADN. Si Mario vivía un segundo feliz allí aparecía, como por arte de birlibirloque, un verso, un párrafo, una canción.

Si, de igual modo, era la nostalgia la que se había adueñado de su tiempo, otro verso, otra estrofa u otra canción elevaban su tristeza hasta las NUBES.

Mario tenía, entre otras muchas, una particularidad que lo hacía realmente diferente al resto.

.............

Mario otorgaba un valor cuantitativo a las palabras. A todas. Obviamente, ese valor cuantitativo (un número, "nomás") obedecía al peso semántico (cualitativo) de cada término; es decir, a la profundidad de la huella que dejaba en su espírituo.

A la nostalgia le había asignado un ocho; para él era un sentimiento brutal; le provocaba un dolor casi obsceno. Cuando lograba vencer al insomnio atroz sin conseguir desasirse de esa nostalgia, lloraba con verdadera RABIA.

Se sentía IMPOTENTE ante sí mismo.
Perdido.
Frágil.
Vulnerable.
Expuesto.
Derrotado.
Vencido.
Hueco.

Y esta mañana la angustia lo devoró de un solo bocado.
Lo engulló.
Lo anuló.

El, que era un maestro en cuantificar emociones, sabía que el termómetro subía y que ese ocho (equivalente a un "calenturón" de los que de dejan KO) había subido a nueve.

Era la MELANCOLÍA la que lo había anclado en un puerto que le era ajeno, extraño.
No era su casa.
Nada allí le recordaba su hogar.

Buen conocedor, y mejor juez de sí mismo, Mario corrió a la ventana.

Ventana valía ¡¡¡¡diez puntos!!!!

Era salida.
Era retrospectiva.
Significaba, además, perspectiva, distancia.

Ventana era luz.
Era, además, intimidad.

Ventana era vida.
Verde.
Esperanza.

Ventana es cotidianeidad.
Amigos.
Escenas.

Ventana es tertulia muda,
sonoro silencio,
lejana compañía,
cercana distancia.

Un diez... ¡¡¡vaya!!!

Esa mañana, aterida de sanguinaria melancolía, la ventana le regaló la estela que dibujaban unas MEDIAS.
Fué como un hechizo.
Aquellas medias se hospedaron sin aviso y sin permiso en los ojos de Mario y ocuparon su estómago con una FUERZA adolescente.

Gráciles, etéreas, casi incorpóreas; aquellas medias parecían andar por sí solas y, además, parecían dirigir sus pasos, sin curvas, sin recodos, sin esquinas, en línea recta hasta lo más profundo de sus entrañas.

Aquellos pasos que parecían nacer de unos pies invisibles, aquellas huellas que trapasaron toda física y crearon un nuevo sendero en su alma, aquellas piernas que le regaló la ventana le devolvieron las ganas.

Ganas de vivir.

Mario no vaciló. Corrió escaleras abajo; corrió como cuando era niño.

Cuando llegó a la calle buscó con pánico ante la posible pérdida, aquellos pies, aquellos pasos, aquellas medias. Aquella mujer escondida en los auriculares que acallaban su alma.

La encontró.
Se puso frente a ella.

No sabía hasta ese instante qué habría de decirle:

"Te regalo la única palabra que vale más que diez:

INMENSIDAD"

Una lágrima inmensa brotó de las mejillas de la dueña de aquellas medias vivas.

- Gracias - respondió. Hoy necesitaba una palabra.

Eva López Álvarez

sábado, 9 de febrero de 2013



Este pequeño cuento, este amasijo de emociones encadenadas es el resultado esta nueva sucesión de palabras que me habeis "regalado" en Facebook (tal y como os pedí, gracias Jose, Paula, Tere, Bea, Juan y Andrés). La canción de la que habría de surgir esa palabra era "Somebody i used to know" de Gotye...

Vuestras palabras fueron:

sentimiento - saudade - ruptura - viaje - extraño - sabiduría.


Mi "ovillito" de palabras:


       ***


Siempre hay una primera vez.

Cuando tienes quince años y alguien pronuncia las palabras "primera vez" el rostro (todavía ingenuo) y el ama (ávida de perder todo atisbo de esa ingenuidad) se transforman como si el mejor de los hechiceros hubiese pronunciado un conjuro todopoderoso y prohibido.

Traspasadas las barreras de la primera vez adolescente, comprendes que lo brutal es la primera vez que la SAUDADE se abre un hueco en tu estómago.

Mata todo SENTIMIENTO.

Te deja estéril de emociones, incapaz de concebir, de gestar, de parir una sonrisa, una nueva ilusión.

Esa RUPTURA atroz con lo que eras hasta entonces es el principio del VIAJE más peligroso que nadie haya emprendido jamás.
El viaje a la nostalgia;
el viaje al desarraigo de uno mismo, el viaje al abismo que puebla nuestra dermis cuando está huérfana de caricias.

Así se sentía Jimena. No sentía su cama como suya; miraba siempre hacia abajo como esperando que sus pies [mecánicos] dieran un giro a su vida. Tampoco sentía ya su casa como suya. Ni siquiera sus manos le parecían propias. Hasta su cepillo de dientes le parecía ajeno, muerto en aquel baño aséptico y desconocido que era el suyo.

Todo le resultaba EXTRAÑO.
Tal vez la extraña fuese ella.

Pero... para todo hay una primera vez.

Y aquella saudade dejó paso a su primer olvido.

Y el primer olvido trajo de la mano de unas retinas desconocidas una nueva sonrisa, un nuevo abrazo.

... y llegó la segunda saudade.

Pero esta segunda saudade le trajo... SABIDURÍA.

Ya dolía menos.

Ya sabía que la tormenta pasaría de nuevo.

Sabiduría es relativizar el dolor; sabiduría es aprender que la felicidad es un instante. Que la saudade volverá.
Pero que tu permanecerás.

Jimena permanece quieta todavía; sabe que pasará. Cuándo es el misterio...
                                                                                                            Eva López Alvarez

miércoles, 6 de febrero de 2013




Esta historia nace de la sucesión de las palabras que me habeis "regalado" en Facebook (tal y como os pedí, gracias Tere, Jose Miguel, Andrés, Juan, Bea y Jose). La canción de la que habría de surgir esa  palabra era "El Roce de tu piel" de Revólver. Y la lista de palabras obtenida fué:

energía - jóvenes - sábado - güisqui (pensar) - mano - inspiración.

El resultado...

El  [pen]último GÜISQUI le hizo PENSAR que todavía eran JÓVENES; que todavía había tiempo; que no todo estaba dicho...

Hacía un rato que ya no era SÁBADO.
Pero la noche era como un colador de emociones, de recuerdos, de sueños venidos a menos a garras del presente.

Había en sus ojos un brillo amargo y la comisura de su boca luchaba para que su estudiada sonrisa no se deshiciese, no se emborronase; no se desmoronase.

- ¡¡¡Cuánto tiempo!!! -se dijo al escuchar [derrotado; como si miles de avispas se hubieran posado sobre él] la inconfundible voz de Carlos Goñi mientras cantaba: "[...] y es que no hay droga mas dura que el roce de tu piel".

Tampoco hacía tanto, apenas ayer, esta canción había sido su INSPIRACIÓN.

Como ella.

Cuando ella se paseaba por sus entrañas, todavía un nudo oprimía su estómago y su Soledad se convertía en motor generador de una ENERGÍA desconocida que lo transformaba en una máquina infernal hacedora de lágrimas que brotaban y corrían sobre sí: lentas, densas; quedas; pesadas (plomo en las alas).

¿Qué pasó?...

Simplemente...
                          un día...
                                       ella soltó su MANO.

Su alma quedó, en cambio, atada para siempre.

Eva López Álvarez