jueves, 25 de julio de 2013

LAS PALABRAS SON LA TARJETA DE PRESENTACIÓN DE NUESTRAS ALMAS...

SON, PUES, UNA PODEROSA HERRAMIENTA A LA QUE NO SIEMPRE DEDICAMOS LA ATENCIÓN QUE MERECE.

TODO CUANTO ACONTECE EN NUESTRAS VIDAS, YA SEA LABORAL O EMOCIONAL, SE MATERIALIZA EN PALABRAS: UN PROYECTO, UNA IDEA, UNA POSIBILIDAD, UN SENTIMIENTO Y... UNA FRUSTRACIÓN TAMBIÉN.

PROFUNDIZANDO UN POCO: EL PROYECTO DE TRABAJO MAS COHERENTE, CON MAYOR PERSPECTIVA Y PROYECCIÓN, CON UNA RENTABILIDAD PROMETEDORA, NO ES NADA SI NO SOMOS CAPACES DE EXPLICITARLO, DE EXPONERLO, DE NARRARLO; TODO ELLO EMPLEANDO LAS PALABRAS COMO HERRAMIENTA, COMO EL PRIMER PASO PARA CONVERTIRLO EN REALIDAD. LA VIABILIDAD DE UN PROYECTO DEPENDERÁ EN GRAN MEDIDAD DE SI HEMOS SIDO CAPACES DE EXPRESAR CON CLARIDAD Y CORRECCIÓN ESA IDEA LUMINOSA QUE SOLO ES POTENCIA EN NUESTRA MENTE. SI LOGRAMOS CAUTIVAR A NUESTRO INTERLOCUTOR HABREMOS GANADO LA MITAD DE LA BATALLA.

DEL MISMO MODO, SI BIEN EN UN PLANO MAS EMOTIVO, DE CARÁCTER LÚDICO INCLUSO, CUALQUIER EVENTO QUE QUERAMOS CELEBRAR (UNA BODA, UN CUMPLEAÑOS, UN HOMENAJE, UNA DESPEDIDA, UN BAUTIZO, UNA COMUNIÓN, ETC.) TRASPASARÁ LA BARRERA, TANTAS VECES INFRANQUEABLE, DE LA PIEL DE NUESTROS INVITADOS SI LA GUINDA DE ESE MOMENTO COMPARTIDO ES UNA HISTORIA, UNA PALABRA QUE REMUEVA NUESTRAS ENTRAÑAS Y PENETRE DIRECTAMENTE A LO MÁS PROFUNDO DE NUESTRO CORAZÓN.

UNA PALABRA PUEDE PROVOCAR UNA EMOCIÓN, DESATAR SONRISAS, EMPATÍA, GENERAR UN VÍNCULO O FORTALECERLO...

¿MI OBJETIVO? ENCONTRAR ESA PALABRA MÁGICA QUE ABRA ALGUNAS PUERTAS Y ALGUNAS ALMAS...

                                                  AQUELLAS QUE TÚ ESPERAS...







 
 
"Las Palabras tienen alas"
laspalabrastienenalas@gmail.com
657 63 20 07


A medias;
                 mirarte a medias;
                 sentir [te] a medias;

Vivir a ratos;
                       escuchar en negro.

A medias;
                 sufrir a medias.

Bajar el volumen de tu piel;
                                                emborronar el rojo,
                                                impedir que llegue a hacerte una herida.

A medias...
                    morir a medias
                                               [cada día]
 
                                                                                                               Eva López Álvarez
 
No sabría decir por qué pero cuando entraba a un ascensor sus ojos eran incapaces de mirar al frente; se desplazaban, automáticamente, hasta sus pies y se recreaban
en cada mota de polvo que ensuciaba sus zapatos. Los de los demás también...

Le asustaba aquella forzosa exposición a la que te someten las distancias cortas y su pensamiento se enredaba en pasillos vestidos de rojo cuando era consciente de que incluso la dilatación de cada poro de su piel resultaba visible para cuantos desconocidos compartían habitáculo con ella. Luchaba con su respiración, con su anárquico sudor, con la curiosidad que intentaba alzar su cuello, sus ojos, con la morbosa sensación de descubrir algún secreto en las manos de algún otro viajero; en sus gestos, quizás...

Respiró aliviada cuando la campanita del ascensor la sacó de su abstracción, de su lucha absurda y le anunció que habían bajado. Como siempre, esperó al fondo del ascensor hasta que todos los demás abandonaron el mecánico receptáculo...

- Uffff... - se dijo a sí misma; al fin libre. Le producía verdadero terror pensar que la alegría que le regalaba aquel recuerdo se había escapado por la comisura de su boca llegando a los pulsos de algún desconocido. O que el sabor de su primer beso, preso de su piel (celadora) hubiese escapado a manos del sudor traicionero que dejó expuesta su carne en aquel cubículo móvil en que se enredan durante unos segundos problemas, destiempos, prisas y miedos; anhelos y anclas.

- Suerte - pensó, que hasta las ocho no tengo que volver a usar el ascensor...

Las horas se deshicieron. Llamó al ascensor.

Todavía hueco de huellas, el espejo le devolvió una nota:

"DÉJAME ENTRAR; deja que tus ojos jueguen a buscar todo aquello de cuanto carecen; deja que tu piel se vuelva permeable; y déjame entrar"
 
                                                                                                                                   Eva López Álvarez

miércoles, 24 de julio de 2013


La vida de Ginebra se resolvió en los segundos que se deshacen esperando que el semáforo cambiase a verde.

Mi alma lleva toda la vida en rojo - pensó. Mi piel, en rojo permanente. Ningún verde, ámbar siquiera, frente a uno solo de mis deseos...

Contaré los segundos que me separan del verde. Y, cuando el semáfofo [tirano] me empuje a dar un paso pondré mi alma, mi piel y mis deseos en verde...

Al parecer, el conductor del coche que abría la espera efímera y eterna de cuantos le seguían, todavía tenía su corazón en verde; no pisó el freno; ni siquiera deceleró; decidió que ese fuese el último paso de Ginebra...

                                                                                                                                   

Eva López Álvarez

lunes, 22 de julio de 2013

Espuma y caucho.
Sueños líquidos.
Deseos sobre ruedas.
Esperanzas de humo quemándose en el tubo de escape...
Azul de mar evaporándose al cielo teñido de azul noche.
Recuerdos hechos añicos, diminutos como la arena, adentrándose en el mar, inmenso como los brazos de una madre.

Quietud de hierro frente a cada embestida de agua embravecida,
quizás,
por la rabia parida de la soledad atroz del mar...


                                                          Eva López Álvarez



miércoles, 17 de julio de 2013



Ayer observé que nuestras emociones se hacen tangibles pegadas a un objeto.
 
Me di cuenta cuando volví a revisar mi cajón de las palabras olvidadas, ignoradas, yermas.
Es una cajita pequeña, con forma de baúl del tesoro, a la que arrojo cuantas palabras brotan de mi y cuyos destinatarios tiran al saco del olvido o desechan sin escucharlas siquiera. 
 
Duelen esas palabras y quedan en una especie de limbo de la incomunicación… Por eso yo las recojo y las guardo cuidadosamente esperando el modo de liberarlas de sí mismas.
De cuando en cuando las desempolvo; arranco de ellas las telarañas que las empañan y últimamente acostumbro a buscarles una palabra gemela que les de el sentido que un día perdieron…
Así, si al abrir mi cajita tropiezo con un “te quiero” que alguien desechó soplo el polvo gris que lo distorsiona y lo adjunto a un trocito de papel viejo en que se adivina la palabra mágica que nunca llegó…

Pues asociando palabras, limpiando recuerdos, me di cuenta que cuando acariciaba aquellos “me siento triste” que nadie quiso escuchar veía con una nitidez extraordinaria un plato; en concreto ese al que le falta un poquito de esmalte apenas perceptible a quien no lo friega regularmente.
Igualmente la plancha humeante se pegaba como una lapa a la efímera dicha que me produjo la risa estertórea parida de aquel comentario ingenuo de mi hijo. También observé mi camisa preferida de juventud (de liviana gasa y difuminadas flores) que venía de la mano de ese nudo en el estómago que te produce una nota que llega a tu pupitre cuando tienes dieciséis años…

 
Así pues, estoy pensando que, tal vez, logre enterrar en sana paz esas palabras que se enquistaron en mi alma y consiga dar forma al puzzle de mis entrañas, si abro mi caja y reparto palabras y telarañas y polvo por entre mis macetas y mis libros de sobremesa y el plumero que me espera impaciente y mi bolso favorito y mis zapatos de tacón que gritan al suelo cuanto yo acostumbro a callar…

                                                                                                 Eva López Álvarez





Que calen hondo mis palabras…

         que su onda expansiva atraviese tu dermis, 

                                                                     tus entrañas…
  
 

Que las cenizas de mis esperas

                                                 [blancas]
             
         sean la chispa que prenda el fuego de tus quimeras…
 


Que el aguijón emponzoñado de mi fracaso
 
                            sea semilla fértil de otros futuros…





                                                                     Eva López Álvarez



Tengo Miedo. 
 
Al frío.
Al silencio;
                 (a los silencios...)
A las palabras afiladas.
A las caricias carentes de huellas dactilares.
Al calendario enquistado en un día que huele a petróleo.
Al espejo que me devuelve una imagen que no reconozco.
A las paredes que me aislan, pero no me cobijan.
A las manos que no me hablan.
A los ojos que no me escuchan.
 
Al pasado ...
                     que corre más que yo...

                                                                 
  Eva López Álvarez

martes, 16 de julio de 2013



Cuando pedí a la atenta dependienta de la joyería que me diese un reloj que atrasara, sentí cómo me convertía en un ser pequeñito, pequeñito, pequeñito… Me miró con una mezcla de sorpresa, de insolencia, de desconcierto y con un ápice de desprecio…

¡Está completamente loca!!! -gritaban sus ojos, intentando ser lo más neutra posible…mientras su boca, mecánica, preguntaba:
 
- ¿Perdone?.
 
Un reloj que atrase, repetí, esta vez con un matiz de cierta ironía, con esa seguridad retadora; incluso desafiante… No mucho, por favor, pero que atrase. Estaría bien unos minutos al día; alargar algún momento del día (a ser posible a elegir); estirar la goma que hilvana los minutos, que los cose al bajo de nuestros tiempos y nuestros destiempos…
Nuestros relojes no atrasan; tampoco adelantan; maquinaria suiza, señora. Tal vez lo que busque no está aquí. Aquí el tiempo es inviolable; inamovible; certero; aquí los días acontecen en el intervalo de 24 horas acotadas perfectamente por sus 60 minutos… 
 
 
¡Cuánto lo siento!-le respondí con franqueza… Ni se imagina lo mágico que resulta difuminar los límites del tiempo, emborronar la certeza de que un segundo dura un segundo, de que mañana comenzará a las 00:00 y la seguridad de que hoy (por feliz que haya sido) está comenzando a morir…
 
 
Salí de allí sin ninguna noción del Tiempo; no miré el reloj, ni tampoco el móvil delator; solo caminé y medí mi abstracción en pasos, no en minutos y recuperé recuerdos que clasifiqué por la profundidad de la huella que dejaron en mi alma y no por el momento en que acontecieron…

                                                                                                                                                 
                                                                                                                                                                 Eva López Álvarez