miércoles, 26 de febrero de 2014



Si pudiera engañar al amanecer;
                                a los amaneceres.

                                           Si pudiera.

Amputar al menos uno de los tentáculos asfixiantes de la Tristeza.

                                                                                  Si supiera.

Desanclar mi memoria de tus pasos
                                  [paralelo perfecto en presente];
mentirle a la piel como a las aceras.

                                      Si supiera.

Mirar sólo a través de mis ojos;
sacar mis pies de tus botas;
dejar de tocar con tus manos.

                            Si pudiera.

Silenciar el ruido salvaje que tu silencio arrojó a mi alma.
Desterrar el miedo que habita en los espejos.

                                                    Si supiera.
                                                    Si pudiera.

Pasar las hojas del calendario [arrancar las vestidas de ayeres].
Borrar mi epitafio y tatuarme un verso en la piel de mármol.
Planchar las arrugas que me escupió el olvido.

                                                     Si supiera.

Deshacer el ovillo que son mis tripas;
               gangrena emocional de punto y seguido.

                                                           Si pudiera.


                                                                                  Eva López Álvarez



martes, 25 de febrero de 2014


Destrozar las esperas;
                            al fin.
                                Contigo.

Tal vez no reparaste en cuántas esperas supura cada poro de mi piel.

Sudo esperas;
               quiero sudarlas todas.
Y, deseo, sean tus manos en mí el modo de sudarlo todo.

Sudar la espera; el desconsuelo; el abandono.
Sudar el olvido; la rabia; la soledad.

Quedar vacía;
                hueca de esperas;
                                      al fin.
                                            Contigo.

                                                         Eva López Álvarez


lunes, 24 de febrero de 2014

Tenderé la colada de mis rutinas al sol;
                             [aun envuelta en nubes preñadas de lluvias viejas]

Y esperaré.
           Desnuda.
Esperaré.

Tenderé la colada de mis dudas a expensas del viento;
                             [aun con la certeza de que hay humedades que no se curan jamás;
                                                                                      humedades de casa en ruinas]

Y esperaré.
           Expuesta.
Esperaré.

Jugaré a someter los rizos que enredan mis soledades;
                            [aun sabiendo que la dicha lacia y carente de nudos dura un instante]

Y esperaré.
          Despojada de las mentiras que cuenta mi ropa.
Esperaré.

Me fumaré los sueños que jamás se cumplieron.
      Torcida la cuerda que ata mis pasos,
                                   que ha de secar las calles que me quedan por andar,
                                   que ha de erradicar las humedades que pudren mi alma,
      me queda retar[te];
             me queda soñar[te];
                    me queda desafiar[me]

                                                                                              Eva López Álvarez


sábado, 22 de febrero de 2014

Me faltaron los brazos
                  [los abrazos].

Recrea mi alma un abrazo infinito;
                             nudo irresoluble de ganas y esperas;
                             maraña indivisible de manos vivas.

Invisible mi cuerpo en medio de un abrazo;
olvidado el frío;
desterrado el olvido.

Emborronar los límites:
                        del cuerpo,
                                 del alma;
                        tripas,
                             ojos;
                        manos;
                            huellas;
                        huesos;
                            carne.

Cruzar la frontera;
           regalarme entera.

Me faltaron los brazos
                  [los abrazos].

Recrea mi alma un abrazo infinito
                        que me empuja a desandar la mañana y abandonarme a la noche,
                                                                                    [germen de ilusiones; rotas a la luz del día]




                                                                                                                         Eva López Álvarez


Se me enredan las ideas en el invierno;
           se enmarañaron mis horas en el otoño.

Hielo de enero en un marzo incipiente que cuartea mi piel
                                                          como el olvido hizo añicos la memoria.

Huelen a frío las manos
                    desnudas de tacto.

Me sabe la lluvia a abrazos;
raíces de papel sustentan mis piernas
                                      [escarchadas de silencios].

                                                                            Eva López Álvarez


lunes, 17 de febrero de 2014

EL COLECCIONISTA DE ATARDECERES



La vida nos hace coleccionistas.
                                     Siempre.
                                     Aun sin saberlo; sin reparar en ello; sin ser conscientes…

Coleccionamos segundos, minutos, horas, días, meses, años; respiraciones [inspiraciones hirientes a veces, expiraciones corrompidas de cansancio]; miradas, retinas, fotogramas; coleccionamos desayunos, comidas, cenas, digestiones; coleccionamos besos, caricias, tacto; coleccionamos soledades, abandonos, noches estériles otras veces; coleccionamos luces, sombras; realidades; coleccionamos adoquines de las aceras que separan nuestro origen de nuestro destino diario (tantas veces repetido).

Coleccionamos páginas leídas que nos arañaron por dentro, que configuraron parte de nuestras emociones, que alimentaron alguno de nuestros sueños, que arrancaron mas de una lágrima; coleccionamos lágrimas también [traslúcidas como el desconsuelo; negras como las soledades]; coleccionamos sonrisas: sonrisas espontáneas, forzadas, diáfanas, expuestas, delatoras, invasoras, seductoras, afiladas; coleccionamos ayeres [cóncavos o convexos a expensas de nuestra memoria, cruel o misericordiosa en según qué ocasiones]; coleccionamos decepciones; desilusiones; desengaños; desarraigos; desasosiegos; desconsuelos; demasiados.

Coleccionamos versos que tatuaron la piel de nuestros huesos, la piel de nuestras almas, la piel de nuestros besos [los que nunca dimos]; coleccionamos tikets de la compra que nos recuerdan que estamos vivos, que comemos, que bebemos, que nos aseamos, que nos perfumamos, que fregamos y limpiamos y barremos el polvo de nuestras huellas vitales; coleccionamos películas; canciones; coleccionamos anuncios de televisión que atan nuestras infancias a un bote de cacao o al aroma de una margarina; coleccionamos sueños impuestos por las comedias románticas.

Coleccionamos palabras; palabras pronunciadas por el corazón; palabras dictadas por la razón; palabras susurradas por la piel incandescente; palabras que te vuelven mejor; palabras que te definen; palabras que huelen a pan o palabras afiladas como astillas de hielo; palabras gritadas por las entrañas; palabras jeroglífico deletreadas por nuestras manos esquivas frente a según quién; palabras morfina; palabras letales; palabras emponzoñadas; palabras desnudas; mentirosas; sinceras; palabras diminutas que ensanchan en alma o grandilocuentes términos que entornan los ojos del alma; palabras mudas, elocuentes, borrosas; palabras puerta; palabras ventana; palabras reja; palabras grillete, cadena, espino. Palabras distantes, palabras distancia. Palabras amor, amante, amado; palabras víscera; palabras de papel, de hormigón o de acero. Palabras café.

Coleccionamos silencios; silencios voluntarios, necesarios, oportunos. Silencios que matan, silencios abisales; silencios mortales. Silencios huecos; silencios silencio; pero también silencios preñados de palabras caudal, palabras torrente...

Coleccionamos cortes de pelo; coleccionamos modas: vaqueros de campana; jeans slim; coleccionamos tacones [cubanos, cuadrados, de aguja, rectos, hacia dentro, hacia afuera]; coleccionamos americanas de cuadros, de raya diplomática, lisas e inmaculadas como las tardes de invierno; coleccionamos corbatas [anchas o estrechas; con estridentes dibujos o simetrías absurdas que retan al azar sin éxito alguno]; coleccionamos collares: pequeños y finitos, salvajes y osados; livianos o pesados; románticos o góticos.

Coleccionamos pasos de baile que reprimimos a cada paso que andamos con mesura por las aceras grises, por el asfalto negro, por la sobria tarima, por el gres resbaladizo como el mañana, por el terrazo moteado de piedras como nuestros corazones de golpes…

Coleccionamos recuerdos; coleccionamos mentiras; coleccionamos verdades como puños; coleccionamos botones que cayeron de nuestras camisas, chaquetas, pantalones [los guardamos como si abrochasen, sujetasen, fijasen las canas que asoman a la adolescencia que vestía aquel botón]

Coleccionamos conocidos; a unos los queremos, nos importan, nos duelen sus duelos, nos sangran sus heridas, nos abren ampollas sus fracasos; a otros los admiramos; incluso a algunos los apartaríamos de nuestro lado. Coleccionamos vecinos a los que saludamos de distinto modo sólo mirando las ropas que exhiben sus cuerdas de tender en los delatores patios de luces. Coleccionamos profesores que nos marcaron, nos condicionaron, nos apoyaron o nos hicieron dudar; coleccionamos saludos.

Coleccionamos olvidos. Olvidos voluntarios [supervivencia en estado puro]. Olvidos oportunos, condicionados, forzados, inducidos. Olvidos espontáneos; olvidos atroces a manos del tiempo que roba neuronas que confunde dendritas y axones que anula jirones de nosotros. Olvidos terapéuticos. Olvidos misericordiosos.

Coleccionamos mañanas. Los que soñamos cada noche. Los mañanas que nos gustaría vivir, los que finalmente no suelen poblar las agendas futuras.

Si… somos coleccionistas…
La vida nos hace coleccionistas.
                                     Siempre.
                                     Aun sin saberlo; sin reparar en ello; sin ser conscientes…

Coleccionamos amaneceres y…
                                               hay quien colecciona atardeceres; y eso es magia porque un atardecer encierra tantos matices, tantos colores, tantas evocaciones que encierra un mañana, un olvido, un rostro, un recuerdo, un paso de baile, mas de una palabra y, sin duda, muchos versos….

                                                                                                                           Eva López Álvarez




miércoles, 12 de febrero de 2014





Llorar en negro…

Llorar en negro las aceras grises de cifras añejas que envuelven de polvo tus pasos…

Llorar en negro;
            lágrimas negras en el fregadero irónico vestido de espuma verde; esperanza incierta...
            negro llanto en el rumor de alcantarillas desbordadas de ayeres. De la rabia que escupen los destinos mutilados del presente que nunca soñaste.

Lágrimas de alquitrán en los patios de los colegios cuando los pisas con americana gris.
Llorar por las manos.
Llora mi boca manantiales de agua salada.

Lloran mis muslos
                  [tan secos, tanto tiempo atrás...]

Lloran silencios mis oídos abiertos de par en par.
Llora mi piel gotas de desconsuelo.

Lloran mis entrañas
 toneladas amargas de bilis emponzoñada.

Lloran mis huesos
                  espuertas de ceniza yerma de todo rescoldo.


Y  llueve.
Y  llueve.
             Llueve en negro…
Caen aguaceros de soledad,  llueve a cántaros el abandono…
Gotas negras que forman charcos de petróleo salado del olor de la tristeza.

Llorar en negro… mientras llueve en negro…
Llorar en negro y aun así… buscar un verso…


                                                                          Eva López Álvarez

domingo, 9 de febrero de 2014



Un día.

      Uno cualquiera.

              No huele distinto. No sabe distinto. No tiene un color distinto.

Solo es un día.

                 Uno cualquiera.

                                 Uno mas.

Te rompen el amor; a la cara…

     Te escupe el presente las promesas que el pasado tatuó en futuro en tu piel.

Y descubres,

           entonces,

                 solo entonces,

                         los arrabales de tu alma.

Anexos; alejados de esas calles por las que solías transitar dentro de ti. Las emociones a las que acostumbrabas. Las palabras en las que te reconocías. Descubres un apéndice de ese alma tuya, muerta, en que resuenan palabras lejanas que parecieran acariciar tu silencio en ruinas. Los restos del naufragio, ese naufragio, en que solo hubo un superviviente; pero no fuiste tú.

Los arrabales de tu alma…

                            Llueve en las afueras de mi alma. Lo hermoso es descubrir que todavía puede sentir. Cada gota.

Caudal vivo en tus arterias olvidadas….


                                                                                                  Eva López Álvarez

viernes, 7 de febrero de 2014

Que explote cada burbuja de pasado a tu contacto;
                                                           al tacto de tu boca;
                                                                al sabor de tus palabras...

Que tu retina diluya la pólvora preñada del gris de las aceras,
que me regale el color de tus silencios
                                               un eco cargado de violetas...

Que tu piel invada de huellas y
siembre de células,
                             torne epitelio
cada milímetro del plástico [muerto] que hoy es mi carne.

                                                                                          Eva López Álvarez


lunes, 3 de febrero de 2014



Empápame de palabras mojadas;
                   lluéveme con violencia hasta hacer torrente
                                       que arrastre el robín seco de mis venas huérfanas de versos;

lluéveme con rabia, hasta que arrecie la tempestad bajo la piel,
                                             mientras amaina el tedio mudo que asola mi memoria.

Lluéveme;
       lluéveme llantos escritos en púrpura, en negro, en blanco;
pero ... lluéveme;
        lluéveme a cántaros hasta que no recuerde siquiera el abandono,
                                                                                                     seco como el frío hiriente.

Empápame de palabras mojadas;
                       lluéveme hasta que te lo llore todo...

                                                                                                                  Eva López Álvarez


domingo, 2 de febrero de 2014




Y todo sucede...a pesar de todo...

Da igual cuanto hormigón se esté solidificando alrededor de tus pasos; respiras... Se ensanchan tus pulmones y este juego de aires viciados de hastío y aires de aliento virgen te invade.
Te somete.
Y te conviertes en juguete sexual de la vida que te obliga a respirar; aun cuando no quieres. Y tu, esclavo, le rindes tributo sin saber muy bien cuál es el límite entre placer y dolor; y descubres, un día, que incluso al dolor subyace un placer inmenso.
Aprendes a respirar de otro modo. Te duele el aire que inspiras [azote salvaje en tus pies atados de realidad]; pero el placer de estar vivo asoma; y tu piel sigue sintiendo.

Y todo sucede...a pesar de todo...

Como la hiedra [verde de vida exhultante] parida en medio del cemento [gris de materia interte; yermo].

Me quedé largo rato en la acera contemplando la escena [foto tomada esta mañana; mientras respiraba; sumisa]. La miraba absorta: la hiedra no sólo respiraba; RETABA; DESAFIABA; se mostraba verde; se mostraba turgente; se mostraba fuerte; se mostraba fértil en medio de la nada.

Sentí entonces mi respiración distinta; me concentré en controlar el dolor subyacente a mi respiración sumisa; me concentré en el atisbo de placer. Y sonreí: una sonrisa diáfana, expuesta, abierta... Como la hiedra...

Ahora era yo la que RETABA; DESAFIABA: puesto que habría de seguir respirando decidí ser AMA en vez de SUMISA: tengo encadenada a esta puta vida: no caeré en el sadismo... sólo quiero que le duela respirar mientras yo sonrío...
 
                                                                                                                  Eva lópez Álvarez