lunes, 17 de febrero de 2014

EL COLECCIONISTA DE ATARDECERES



La vida nos hace coleccionistas.
                                     Siempre.
                                     Aun sin saberlo; sin reparar en ello; sin ser conscientes…

Coleccionamos segundos, minutos, horas, días, meses, años; respiraciones [inspiraciones hirientes a veces, expiraciones corrompidas de cansancio]; miradas, retinas, fotogramas; coleccionamos desayunos, comidas, cenas, digestiones; coleccionamos besos, caricias, tacto; coleccionamos soledades, abandonos, noches estériles otras veces; coleccionamos luces, sombras; realidades; coleccionamos adoquines de las aceras que separan nuestro origen de nuestro destino diario (tantas veces repetido).

Coleccionamos páginas leídas que nos arañaron por dentro, que configuraron parte de nuestras emociones, que alimentaron alguno de nuestros sueños, que arrancaron mas de una lágrima; coleccionamos lágrimas también [traslúcidas como el desconsuelo; negras como las soledades]; coleccionamos sonrisas: sonrisas espontáneas, forzadas, diáfanas, expuestas, delatoras, invasoras, seductoras, afiladas; coleccionamos ayeres [cóncavos o convexos a expensas de nuestra memoria, cruel o misericordiosa en según qué ocasiones]; coleccionamos decepciones; desilusiones; desengaños; desarraigos; desasosiegos; desconsuelos; demasiados.

Coleccionamos versos que tatuaron la piel de nuestros huesos, la piel de nuestras almas, la piel de nuestros besos [los que nunca dimos]; coleccionamos tikets de la compra que nos recuerdan que estamos vivos, que comemos, que bebemos, que nos aseamos, que nos perfumamos, que fregamos y limpiamos y barremos el polvo de nuestras huellas vitales; coleccionamos películas; canciones; coleccionamos anuncios de televisión que atan nuestras infancias a un bote de cacao o al aroma de una margarina; coleccionamos sueños impuestos por las comedias románticas.

Coleccionamos palabras; palabras pronunciadas por el corazón; palabras dictadas por la razón; palabras susurradas por la piel incandescente; palabras que te vuelven mejor; palabras que te definen; palabras que huelen a pan o palabras afiladas como astillas de hielo; palabras gritadas por las entrañas; palabras jeroglífico deletreadas por nuestras manos esquivas frente a según quién; palabras morfina; palabras letales; palabras emponzoñadas; palabras desnudas; mentirosas; sinceras; palabras diminutas que ensanchan en alma o grandilocuentes términos que entornan los ojos del alma; palabras mudas, elocuentes, borrosas; palabras puerta; palabras ventana; palabras reja; palabras grillete, cadena, espino. Palabras distantes, palabras distancia. Palabras amor, amante, amado; palabras víscera; palabras de papel, de hormigón o de acero. Palabras café.

Coleccionamos silencios; silencios voluntarios, necesarios, oportunos. Silencios que matan, silencios abisales; silencios mortales. Silencios huecos; silencios silencio; pero también silencios preñados de palabras caudal, palabras torrente...

Coleccionamos cortes de pelo; coleccionamos modas: vaqueros de campana; jeans slim; coleccionamos tacones [cubanos, cuadrados, de aguja, rectos, hacia dentro, hacia afuera]; coleccionamos americanas de cuadros, de raya diplomática, lisas e inmaculadas como las tardes de invierno; coleccionamos corbatas [anchas o estrechas; con estridentes dibujos o simetrías absurdas que retan al azar sin éxito alguno]; coleccionamos collares: pequeños y finitos, salvajes y osados; livianos o pesados; románticos o góticos.

Coleccionamos pasos de baile que reprimimos a cada paso que andamos con mesura por las aceras grises, por el asfalto negro, por la sobria tarima, por el gres resbaladizo como el mañana, por el terrazo moteado de piedras como nuestros corazones de golpes…

Coleccionamos recuerdos; coleccionamos mentiras; coleccionamos verdades como puños; coleccionamos botones que cayeron de nuestras camisas, chaquetas, pantalones [los guardamos como si abrochasen, sujetasen, fijasen las canas que asoman a la adolescencia que vestía aquel botón]

Coleccionamos conocidos; a unos los queremos, nos importan, nos duelen sus duelos, nos sangran sus heridas, nos abren ampollas sus fracasos; a otros los admiramos; incluso a algunos los apartaríamos de nuestro lado. Coleccionamos vecinos a los que saludamos de distinto modo sólo mirando las ropas que exhiben sus cuerdas de tender en los delatores patios de luces. Coleccionamos profesores que nos marcaron, nos condicionaron, nos apoyaron o nos hicieron dudar; coleccionamos saludos.

Coleccionamos olvidos. Olvidos voluntarios [supervivencia en estado puro]. Olvidos oportunos, condicionados, forzados, inducidos. Olvidos espontáneos; olvidos atroces a manos del tiempo que roba neuronas que confunde dendritas y axones que anula jirones de nosotros. Olvidos terapéuticos. Olvidos misericordiosos.

Coleccionamos mañanas. Los que soñamos cada noche. Los mañanas que nos gustaría vivir, los que finalmente no suelen poblar las agendas futuras.

Si… somos coleccionistas…
La vida nos hace coleccionistas.
                                     Siempre.
                                     Aun sin saberlo; sin reparar en ello; sin ser conscientes…

Coleccionamos amaneceres y…
                                               hay quien colecciona atardeceres; y eso es magia porque un atardecer encierra tantos matices, tantos colores, tantas evocaciones que encierra un mañana, un olvido, un rostro, un recuerdo, un paso de baile, mas de una palabra y, sin duda, muchos versos….

                                                                                                                           Eva López Álvarez




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