lunes, 30 de septiembre de 2013

El vaho matutino en los cristales de los coches.
La lluvia en la ventana.
Mi aliento en el espejo.
El vapor envolvente, bruma doméstica,  en la mampara de la ducha.

Todo en derredor es una invitación a escribir tu nombre;
                                                                         ...
                                                                         esperar a que se esfume.

                                                                                            Hasta la próxima lluvia.
                                                                                            Y empezar de nuevo.

                                                                                            Eva  López Álvarez




Que me encuentres desnuda [pido poco, ya ves];
                              desnuda de ayeres.
  
Si ya me desnudaste de tristezas,
               si me dejaste desnuda de soledades;
               si empapaste de lluvia la piel de mis palabras...
           

               solo queda que me encuentres desnuda
                                                            la  piel desnuda,
                                                                    desnuda el alma.

                                                                    Eva López Álvarez


domingo, 29 de septiembre de 2013

Huele a vacío la almohada
                         [como las decepciones]

... permanece muda tu boca
y cada silencio de hielo
           se lleva un mordisco de mí,
                       dejando un puzzle sin resolver,
                                    una pregunta sin respuesta,
                                    un candado sin llave,
                                    una ecuación sin incógnita,
                                    un desnudo sin misterio...

                                                                     Eva López Álvarez


sábado, 28 de septiembre de 2013

Ginebra solo esperaba lo inevitable.

                      Que fuese inevitable.
                                       Sin una palabra mas.
Motor esclavo del  deseo; deseo inevitable vestido de blanco roto.

Entonces,
        solo entonces,
                habría de rendirse;
                               dejarse arrastrar... porque será inevitable.  Sin condicional posible; solo futuro...  inevitable. Tropezarse con un pedazo de su alma y saber que no hay cláusulas, ni plazos, ni barreras, ni circunstancias, ni tiempo, ni espacio.
                                                  Solo certeza.

Levantó cada piedra; todas las piedras.
Miró debajo de cada coche; todos los coches.
Abrió cada libro; todas las páginas; todos los libros esperando encontrarlo allí, recostado en un juego de palabras, al cobijo de una metáfora; esquivo y escurridizo justo allí, en medio de una aliteración imposible.
Tras las cortinas.
Al otro lado de cuantas puertas se abrían a su paso.
En su buzón.
Los bancos del parque.
En cada contacto, azaroso y distante, que provocan los frenazos del autobús. Línea C. Un mes tras otro. Algún otoño tras otro.
En la espera; todas las esperas. En cada espera: la del contador tirano de Correos; la de la pescadería; la del sepecam [donde los ojos lloran con ese silencio punzante; desesperado].

En las pintadas de las paredes.
En el tedio de los anuncios previos a la peli, penumbra fecunda de ojos ahítos de noches yermas.

Se tropezó con las líneas de algunas manos; pero no le resultó inevitable escribir sus amaneceres en ellas.
Se enredó con algunas palabras que produjeron un profundo eco en sus tripas. Se ahogó a media profundidad.
Aquella mañana la prisa se cebó con ella; se partió un tacón (el izquierdo) en una carrera febril por solapar los tiempos que transcurrían en paralelo entre la alarma de la oficina (conectada con el móvil de su jefe) y la hora que marcaba su móvil. Ahora si que no llego - pensó Ginebra.
Se apoyó con la mano derecha en una señal que había junto a ella. Se quitó el zapato herido y reparó en que aquella señal era un STOP.

¡¡¡Stop!!! - se repitió. Deja de buscar lo inevitable.

Cada mañana desde entonces pega un post-it en aquel STOP con una palabra. Las mañanas frías no se sostiene mas que unos segundos. Le encanta detenerse un instante y verlas volar. Las mañanas tibias parecen abrazar aquel papel amarillo que te espera. Lo mágico es que nadie las coge. Nadie se las lleva... Permanecen allí esperando, tal vez, lo inevitable...


                                                                                             Eva López Álvarez





jueves, 26 de septiembre de 2013

Versos nacidos en los bares...
           Versos de café;
                       versos que abren grietas en los muros de las rutinas enquistadas;
                       versos de nicotina ajena;
                       versos de auxilio;
                       versos que se resbalan en las aceras...


                                                                       Eva López Álvarez

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Sucede a esas horas en que tu alma vuela libre, protegida por la tela celadora de tus párpados, todavía cerrados.

Empuja el amanecer a la noche que agoniza y barre el día las últimas estrellas que hacen remolinos con la oscuridad, como lo hace el polvo con las huellas de nuestros zapatos en los suelos (explícitos lienzos) de las casas.
Se mueven los párpados, anárquicos, al son de los hilos que mueven tus sueños; pareciera que allí, detrás del telón de tus ojos (tintados de realidad), se celebrase un baile entre tus deseos y los míos. 

Sucede a esas horas en que el vértigo de la prisa todavía no ha invadido las aceras; cuando las calles no son sino montones de horas por andar; cuando los árboles se desperezan y te regalan caricias en forma de hojas que no hacen sino abrigarte cuando se enredan, burlonas, en tu bufanda, en tu pelo, en el vaivén de tus pies.

Sucede cuando el césped no ha despertado, cuando se esconde bajo la mullida alfombra de escarchado otoño [preludio del frío]; cuando el verde no es verde, cuando la luz es misericordiosa todavía y pinta las realidades del color de tus ojos todavía somnolientos.

Sucede a esas horas ese instante mágico en que las líneas paralelas de tus anhelos y tus realidades, se vuelven tangentes y chocan en un solo punto, efímero, en que la vida … todavía es sueño… (que diría Calderón…)

                                                                                                                               Eva López Álvarez


martes, 24 de septiembre de 2013



Hay canciones que arañan el alma;
                       que escuecen;
                       que queman.

Hay canciones que te dejan expuesto, 
                                           vulnerable, 
                                           frágil, 
                                           desnudo, 
                                           desprotegido de toda coraza.

Hay canciones que te arrancan de cuajo esa lágrima que guardabas bajo siete llaves en un rincón olvidado de ayer.

Hay canciones que hacen nacer dos alas en tu espalda cansada.
Hay canciones que le dan vuelos a ese detalle absurdo que le da sentido a tu cordura.

Hay canciones que pinchan como aguijones y otras que acarician la capa mas profunda de tus sentidos.

Hay canciones que dejan tu cuerpo laxo, inerte, como si hubiese logrado, al fin, encontrar cuanto anhelaba.

Hay canciones que visten de hoy tus minutos de antaño. Y las hay que visten de rojo tu ajada americana negra. Otras te ponen un nudo en la garganta que ahoga cuantas palabras quisiste decir.

Hay canciones que son tu sinónimo y otras que te contrarían.

Hay canciones que te llevan al INFINITO y otras que te escupen a la cara lo fugaz de un día, de un siglo, de una vida.

Hay canciones que ensanchan tu pecho; que se crecen; que te regalan esa dicha fugaz que no puede durar mas que unos minutos.

Hay canciones que son como una bendición. Y otras que son una maldición. Y también hay otras que parecieran un conjuro, un mantra, una oración.

Hay canciones que te preguntan por qué y otras que encierran la respuesta a tu por qué.

Hay canciones que son de piel. 
                             Y otras de hueso.

Hay canciones que te concretan.
       Las hay que te describen.
       Las hay que te limitan. 
       O te explicitan.

Hay canciones que te alimentan y las hay que te dejan hambriento.

Hay canciones para un minuto... o para cada minuto de tu vida.

Hay canciones que te afirman y las hay que te niegan (por mas que tu lo niegues).

Hay canciones que le arrancan de cuajo la mitad de las hojas al calendario de tu vida.

Hay canciones que te devuelven la paz.

Hay canciones que traducen esa quimera que se pasea [osada] por tus adentros.

Hay canciones que difuminan tus arrujas y otras que te escupen a la cara un mañana inevitable.

Hay canciones que abren un agujero negro en tu corazón y otras que alivian, que curan, que sanan.

Hay canciones que saben a miel y otras que saben a hiel.

Hay canciones que te recuerdan que estás vivo y otras que te arrastran al abismo.

Hay canciones vestidas de hoy que recordarás mañana.

...
...
...

                                                                                                                     Eva López Álvarez




La noche se me ha resbalado cayendo al saco de los pequeños olvidos que llenan los grandes vacíos. No se muy bien cómo pasó, fue sin apenas darme cuenta...
Cuando en derredor todo es silencio imaginas que vas a hacer tuya esa noche, imaginas que será tuyo al menos uno de sus recodos mágicos, esos en los que todo es posible; una de esas esquinas que pasan desapercibidas a la mayoría del mundo y que se apoderan de tus ojos, de tu pensamiento, de tus pasos (los que se dan en los charcos de la quietud y el sueño)

Antes de que se me resbalara por entre los dedos cayendo al regazo y jugando a perderse en caída libre por mis piernas, pensé que en ese recodo nocturno sólo mió podría convertirme en una suerte de "tallador de palabras" que limase las aristas de las que te hirieron a lo largo del día. Cogerlas una a una, diamantes en bruto, y tallarlas hasta lograr que todas te acaricen. Esculpir los agresivos salientes de algunas consonantes. Cincelar cada vocal que grita en ocasiones.

Modelar las palabras de acuerdo a tu alma.
              Difuminar viejas heridas a base de tallas perfectas.

Todo eso sucedía bajo mi piel antes, ya digo.
                                   Antes de que el agotamiento sometiera mi voluntad y robara mis quimeras.

Luego... se me resbaló la noche. 

                                                                           Eva López Álvarez


lunes, 23 de septiembre de 2013

El amanecer me asaltó en pleno parque.

                   Cuando todavía duermen los árboles,
                                cuando el verde pareciera inacabada alfombra de ceniza.
                   Cuando el primer rayo de luz se despereza en la farola tardía, todavía encendida
                                              [beso profundo y oscuro entre la luz que nace y la luz que muere]
                   Cuando las persianas de los edificios bailan al improvisado compás de la sucesión de vociferantes alarmas que retozan con nuestros despertares.

                   Cuando jugaba a imaginar que me soñabas.

Se enredó el tímido sol de septiembre en mis ganas provocando una tormenta de falacias con epicentro en mis tripas.
           Y aquí estoy,  lloviéndome quimeras el alma, obedeciendo mi agenda las manos.


                                                                                                Eva López Álvarez





domingo, 22 de septiembre de 2013



Hay dos formas de morir.

Dicen que la muerte sobreviene cuando,
                    una vez muerto tu cuerpo, 
                                            tu espíritu se aleja.
                                               Sin más... Se va.

                                                      De ti.
                                                      De tu piel.
                                                      De los músculos que te movían.
                                                      De los huesos.
                                                      De la médula de cada uno de los huesos que ya no son soporte de nada.

Eso es morir;
          dicen...

Esa clase de muerte sobreviene siempre.
               Antes o después.

Cuando el Tiempo es el esperado; o, en ocasiones, cuando los tiempos no marcaban todavía con sus agujas delatoras la hora [en este caso es un corte brutal y seco; solo muere uno pero siempre quedan muchos heridos]


Nadie sobrevive a esa muerte.
Es biología; fisiología; mecánica; natura.
                                             Cese.
                                              Fin.
                                              La meta [amarga] de un largo camino.





Y luego…

Luego está cuando el alma se muere dentro de un cuerpo vivo.
Respiras.
  Andas [que no caminas].
    Hablas [sin comunicarte].
     Comes.
       Bebes.
         Miras.
           Oyes.
                 Te vistes.
                 Te desnudas.

No duermes.
Te duerme el orfidal [de sabor a hiel, como el desvelo]

Pero no hay nada dentro.
                  Estás muerto.
                  Sucedió algo, un día, que se llevó el Alma.

Desde entonces solo cabe esperar que dejes de respirar, de andar, de hablar, de comer, de beber, de mirar, de oir, de vestirte; de desvestirte.

Como un reloj al que se le acaba la pila.

                                                                                           Eva López Álvarez

sábado, 21 de septiembre de 2013




Aquí solo hay amor; en toda la extensión de la palabra. No hay un videopoema como tal, no hay calidad de imagen, no hay calidad de audio.
Hay, insisto, un profundo amor por las palabras, una necesidad visceral de escribir cada día.

Gracias  por estar al otro lado...

                                                                         Eva López Álvarez


Préstame tu voz...
              [yo te regalaré mis silencios]

Tócame con las puntas de los dedos de tus pestañas.
                                                       [yo abrazaré tus ausencias]

Escribe las líneas de mis manos
             con la tinta invisible de tu saliva

             [yo las leeré en silencio; 
                                  a oscuras,
                                   desnuda]


                                                                                                  Eva  López Álvarez


viernes, 20 de septiembre de 2013

Pareciera que ya
    [septiembre]
              nadie sostiene la oscuridad.
                                    Nos envuelve cada día unos minutos antes,
                                                                       unos segundos, quizás.

Cae a plomo la noche,
como si algún dios cansado de mirarnos nos abandonase al negro,
                                                                                         silencio,
                                                                                         penumbra.

Preludio de invierno esta tarde de ceniza y humo.
              Abandono en las páginas de un libro.
              Frío en los parques donde agoniza el verde.
              Los deseos, esclavos del frío y las alarmas de acero.
             


                                                                                     Eva López Álvarez


jueves, 19 de septiembre de 2013

Mi boca es candado
                     cancela
                         cárcel
                            jaula
     cuando paren mis tripas los besos que no puedo darte.

Mi boca es pregón
                    manifiesto
                       declaración de intenciones
     cuando mi alma se desabrocha el primer botón,
                                                    mientras te espera.

Mi boca es aguijón
                  [a veces]
             cuando la tuya es silencio;
             cuando la tuya es distancia;
             cuando la tuya deletrea espinas de olvido.

Mi boca es agua
                    maná
                       lluvia
                         consuelo
     cuando tus ojos están secos
                                      [exhausto el lacrimal; pozo inútil]
                                 
                   
Amenazan tormenta las nubes;
     yo te regalo mi boca,
               lo es todo,
                    para cuando te decidas a amarme.

                                                                          Eva López Álvarez

"[...] todo es tu boca,
                            nada"


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Enseguida vuelvo
                [ve preparando un café...]

     Solo será un momento.
                         Secuestrar la memoria.
                         Matar el pasado
                                       [arrojar cántaros de lejía].
                         Borrar las huellas.
                         Deshacerme del cuerpo
                                                  [pesan las hojas arrancadas al calendario].
                         Eliminar las pruebas.
                      
                         Buscar una coartada en tus brazos.
                                     Deshacer la cama contigo.

                                                                             Eva López Álvarez.


Una lista de lugares mágicos - pensaba, absorta; ajena a todo.

Acababa de sentarse, agotada, en la pequeña muralla del parque del Ayuntamiento, el nuevo Ayuntamiento, y frente a sus ojos, igualmente agotados, la Catedral se reía del tiempo.

Me encantaría dejarte algo aquí, a los pies de uno de los contramuros [custodios] - sonreía. Al pensar "dejarte" no se acercaba a su mente ningún destinatario. No era alguien concreto. No había un nombre. Pero era cuanto quería. Alguien capaz de entender lo que ella veía y sentía en ese lugar; en tantos otros. 

Su bolso guardaba un poema. Lo sacó con el esmero de quien sabe se juega el destino, y lo acurrucó bajo una piedra de las que hacen compañía a los troncos de los árboles que acariciann cada bloque de piedra, burlona de los calendarios y amores que se juraron la vida entera.

El día se fue muriendo enredado en las callejuelas del mapa que iba conformando en su alma. Ya solo pensaba en el mañana cercano y cierto, el que anuncia el despertador impío. Tenía un lugar donde ir.

Y otros versos que dejarte - se dijo de nuevo.

                                                                                              Eva López Álvarez.

martes, 17 de septiembre de 2013

Apenas pudo reaccionar;
            cómo o a qué, si apenas sintió que el viento se acordaba de ella y acariciaba [apenas, apenas una caricia] su cuello, su pelo, inmaculados de huellas .

Los sonidos le llegaron distintos, reales [hiere de muerte, la realidad] y sólo entonces se dio cuenta de que le habían quitado uno de sus auriculares. Su proximidad la asustaba. Esa cercanía desconocida, olvidada quizás. Hacía tiempo que sólo había distancia. 
El atardecer era rojo. El semáforo estaba en rojo. Y allí estaba él, sonriéndole en rojo y con su auricular derecho puesto.

5:03 minutos dura una vida.
                    Gracias por regalarme una vida entera - le susurró en esa cercanía que dolía.

Te espero la próxima lluvia;
     para quitarte la pena;
             para empaparnos de luna llena en un charco de estrellas.

                                                                                                                       Eva López Álvarez






lunes, 16 de septiembre de 2013

"Perdonen la Tristeza" (CÉSAR VALLEJO)



[El diccionario define la Tristeza del siguiente modo:

La tristeza es una de las emociones básicas (no natales) del ser humano, junto con el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa. Estado afectivo provocado por un decaimiento de la moral. Es la expresión del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito, etc. A menudo nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres. La alegría es la emoción contraria.

Se establecen para el término los siguientes sinónimos:


pena, desconsuelo, aflicción, amargura, melancolía, pesadumbre, pesar, quebranto, tribulación, desdicha, nostalgia.]

Hace escasos días he sido consciente (por puro azar, como casi todo lo importante) de que parezco una persona triste;
            de que lo que escribo solo es tristeza;
                                                     colecciono Tristeza[s].

He pensado abandonar.
     Dejar de escribir.
         Volver al caparazón que me ha escondido tantos años.

Porque así soy yo; y es inevitable...

                                    ¿qué hacer cuando las tristezas se pegan a mi piel?.
¿Cómo evitar que las lágrimas, incluso las que no llevan mi nombre, corran por mi mejilla?
¿Cómo espantar de mis entrañas los miedos que me cuentan los ojos del niño que fuiste un día y que se posaron a mis pies en el paso de cebra que cruzó tus huellas con las mías?
¿Cómo ahuyentar los fantasmas que cercenan la paz;  la paz de mis hijos; mi paz; tu paz?

¿Cómo evitar que mi alma caiga al vacío si cada olvido que viaja por el asfalto pareciera trabar mis pasos?

Dime;
  ¿debo dejar de escribir tristezas?

                                                                                   Eva López Álvarez




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domingo, 15 de septiembre de 2013


Lienzo,
    papel,
         pantalla,
               pared,
                      piel....


                                                                                      Eva López Álvarez






Un pasillo y cuatrocientos deseos; sin puertas, sin ventanas; sólo un pasillo; recto, largo, estrecho, monócromo, aburrido.

           Sin salida.



La mujer cogió una escueta silla, en absoluto confortable, y la llevó a aquel pasillo.

En cuanto se hubo sentado pensó que allí,
                                         [encerrada]
donde no había puertas ni ventanas, entendería de qué huía, por qué llevaba huyendo toda su vida.

Pero aquel vacío, preso de aquel angosto espacio, nunca le dijo nada. No hubo causas, no hubo motivos, ni tan siquiera una pista. Así que, sin respuesta alguna, se desplazó con su silla al salón…

En cuanto se hubo sentado allí, ya en el salón, las luminosas ventanas, las dos amplias puertas de la estancia y los diáfanos espacios desaparecieron, tornándose (aquel caluroso, personal y acogedor salón) en frío y limitado pasillo.

Confusa por aquella sensación cogió ahora su silla y la llevó al balcón; escueto, pero que colgaba,
                                                                      literalmente,
                                                               sobre un mundo pleno…

El verdor de los árboles del parque, que servía de mullida alfombra a aquel balcón, retaba al azul del cielo inmenso que reflejaba en la lineal barandilla los todopoderosos rayos del sol, pareciendo una especie de maravilla luminiscente que, a modo de barita mágica, regalaba vida en derredor.

Con sólo mirar un poco se palpaba la alegría de algunos y se veía, desde lo alto, cómo se fundía con la apatía de otros, formando una amalgama de sentimientos que inundaba de vida, de realidad, el aire, el entorno…

Ni la verde alfombra ni el magnánimo cielo, ni tan siquiera el griterío lograron que viera más que un pasillo; sin puertas, sin ventanas, sólo un pasillo, recto, largo, estrecho, monócromo, aburrido.
                                                                                               Sin salida.

Mas confusa si cabe volvió a coger su silla, de madera fría como el acero, pesada como el hierro, y la desplazó a la cocina esperando que el mágico olor a café erradicase aquella pesadilla que tornaba pasillo cuantas estancias recorría y que, en cambio, no le aportaba respuestas, no lograba arrancar de sí esos cuatrocientos deseos que permanecían soterrados bajo el peso de un ancla imposible de levar.

En cuanto se hubo sentado en un rincón de la cocina, desde la que dominaba todos los ángulos de la estancia, no vió más que pasillo, una vez más. 
                                   Sin salida.

Los olores se extinguieron; la molesta campana de la cocina quedó muda y la lavadora dejó de girar y girar y girar, de igual manera que el mundo entero parecía haberse detenido…

La mujer, sentada en su silla, no veía sino aquel monócromo pasillo, no escuchaba sino aquel recurrente monólogo interior que la asolaba;

Exhasuta y derrotada se rindió a su fuga, absurda e inconclusa, y se sumió en su pensamiento:


¿De qué huyes?…

Huyo de ir siempre huyendo,
          huyo de sacrificar misdeseos,
                   huyo de regalar mi tiempo sin que nadie me preste el suyo,
                           huyo de tender mis manos para nada,
                                   huyo de esconder mis deseos entre deseos ajenos,
                                           huyo de parecer anónima cuando puedo ser eje,
                                                   huyo de mí,
                                                           huyo de tí,
                                                             ansiedad,
                                                             que me lías,
                                                             me aturdes,
                                                             me invades,
                                                             me anulas.

Huyo del pasado,
         huyo del presente,
                huyo del futuro.

Huyo de ser valiente,
          huyo de ser cobarde,
                  huyo de este monólogo constante,
                          huyo de la realidad gris que me araña el alma y me arranca un bocado de pasado y se fuma mi aliento y me deja exhausta de nadas, de pequeñas nadas.



Cuando su propio eco, mudo, le devolvió su elocuente exposición miró en derredor y vio cómo el mundo entero giraba acurrucado en el programa "sintéticos 30º" de su lavadora.

Y oyó el murmurar de sus vecinas en el patio de luces.
Y se perfumó las entrañas de aroma a café recién hecho.
Y vió aquellas ventanas llenas de vida y sintió el griterío de la calle y aspiró la vida que el aire de la calle remitía hasta su casa, a su nombre; certificado y con acuse de recibo…

No huyó más. ¿Para qué?
Su Tristeza la había alcanzado;
                              Ya no necesitaba huir más.



Eva López Álvarez










sábado, 14 de septiembre de 2013

Versos en vano... - eso pensaba Ginebra.

El pasillo era como un eterno retorno. Como sucedía con esas puertas giratorias que sólo quedan en los antiguos casinos (le encantaban; sentía auténtica fascinación por el casino de su pueblo, añejo, caduco); comoen las películas antiguas en que esas puertas eran un cruce de destinos, de miradas sostenidas en ese impás que dura una vuelta y anida largos meses en el estómago.
                                                                                    Y ese pasillo era paso obligado;
                                                                                                                      ineludible.
Versos en vano; ¿o cómo llamar al verso que brota en medio del amarillo deslucido y sucio de la bayeta que, cada día, recorre los cristales buscando, tal vez, un paisaje distinto? - eso le dolía a Ginebra. Los versos en vano;
       el alma anegada de versos;
                                las manos, nido de callos...

                                                                   
                                                                                                                                Eva López Álvarez




         

viernes, 13 de septiembre de 2013

 De vuelta a las palabras...


Provocar emociones.
Fundirse con las emociones de otros;
         confundirse con ellas;
         olvidarnos en ellas;
         abandonarnos a ellas...

Remover un poco las entrañas del que,

        tal vez azarosamente, 
            lee este papel.

Desatar sonrisas,
        empatía;

fundirse con un Alma ajena 

     que entrevee una emoción en tus palabras
         y se prende a su inconsciente 

           como un alfiler se aferra a la solapa.

Buscar la complicidad de alguien.

Arrancar de uno mismo esa Soledad brutal que, 

         a veces, se instala de "okupa" en tu espíritu.

Sentirse escuchado en medio del Silencio infinito,

                                          mayúsculo, 
                                           monstruoso
         que nos hace vulnerables, 

                      susceptibles, 
                      frágiles,
                      heridos, 
                      derrotados...
Sospechar ingenuamente que alguien comparte ideas,
                                                                                principios,

                                                                                  inquietudes,
                                                                                    voluntades.


Desnudar impúdicamente un pensamiento.
Sentirse cautivo de una idea.
Buscar un oponente a ese monólogo interior inmenso, inagotable, infinito, invencible.
Saber que en cada línea te entregas un poco.
Buscar un vehículo, un medio, un modo, una manera, la forma apropiada.

Hallar la palabra justa.

Erradicar el vacío.
Buscar aliento.
Encontrar el camino.

Reconstruir lo que fuiste.
Construir lo que quieras.

Abstraerse de lo negro que nos rodea, nos merma, nos cansa, nos anula, nos pesa...
Ser otro, distinto,
               capaz de lo que uno no es...

Lanzar un grito de auxilio encubierto.

Guiñarle un ojo al destino (de vez en cuando)

                                                                         y...
ponerle una zancadilla después a ese destino traicionero que se escondió en un recodo del camino.

Ponerte el mundo por montera.
Saltarse las normas.
Violar los convencionalismos.
Confesar lo inconfesable.
Acabar, por fin, con todo lo inconcluso.
Empenzar, al fin, lo que sólo era potencia.

Reconocerme en otros gestos, en tus gestos.
Tornar posible lo imposible.
Gestar algo inmenso con algo tan pequeño como una palabra.
Alentar la curiosidad.
Darle vuelos a lo absurdo.

Mover cimientos,
derrumbar pilares,
derrocar ideas tiranas.

Encontrar un asidero en medio de este desarraigo eterno...
Reivindicar cada día un principio,
                                             un sueño,
                                                     una meta...


Sólo eso;
        todo eso... 

                    en un ovillo de palabras por desenredar...




                                                                                                                 Eva López Álvarez


jueves, 12 de septiembre de 2013

Imagina que debes recomponer tu alma.
                                             Imagínalo.
Apenas queda nada de ella,
                               pero respiras.

Imagina que te preguntas por dónde empezar;
                       si no recuerdas cuándo se derrumbó;
                               ni siquiera por qué.

Imagina tu cuerpo expuesto,
                            piel,
                abandonado al sol, en la arena.

Entonces te llenas de retazos de conversaciones ajenas arrastradas por el viento.
                                                                                                     Y,
de un modo absolutamente involuntario, se pegan a  tí (demasiado bronceador, quizás).

Imagínalo.

Imagina ese rumor de palabras,
                                 constante, tenaz,
                                 como el ir y venir del agua a la orilla; golpea.
Golpea.
     Golpea.
           Una y otra vez.
                           Una vez.
                                Otra vez.
                                        Una mas.
                                               Sin principio.
                                                          Sin final.
                    
     
Imagina que en alguna de ellas reconoces una pieza del puzzle que fuiste,
                                                                                                  ayer,
                                                               antes de que un golpe brutal se deshiciera en mil pedazos.

Y se pega a tí [definitivamente sí, demasiado bronceador]; y encaja. Ahí, en ese fragmento de piel [lienzo emborronado] en que ya no había nada...
Y la brisa amontona palabras que no te pertenecen y que, en cambio, te van [re]llenando, te van [con]formando, te [re]construyen...

El espejo del ascensor te devuelve el pelo alborotado y... una piel dorada e invadida de cientos de miles de granos de arena; uno por cada palabra de las que se posaron en tu alma y el espejo no refleja...


Eva López Álvarez



                                                                

                                                            

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Azares con forma de punta de flecha
                                              [roma]
                                          que se clava
                                                     [acaricia] la punta de tu estómago,
                                                                    ese vértice impreciso e incierto que comunica
                                                                          emociones con sangre,
                                                                           concupiscencia con razón.



                                                                          Eva López Álvarez




martes, 10 de septiembre de 2013

Espero...
         en la desvirtuada luna que forma en el suelo la farola del final de la calle; el crepitar de la lluvia [que no del fuego] pondrá los acordes que hagan sonar las palabras.

Espero en la página ochenta y tres del libro de tu vida;
                     en el preciso instante en que las sombras de los dos edificios que custodian el semáforo que puso tu piel en verde coinciden [beso perfecto]; del mismo mode en que se solapan tus huellas con las mías;
                    al otro lado del espejo, donde el reflejo es sólido.
                                                                                            Y, en ocasiones, duele.

Espero...
              en esa zona cambiante en que se apoya el sol, al atardecer, en el agua; como el foco en el escenario:
              la espera.

                                                                                                                    Eva López Álvarez










lunes, 9 de septiembre de 2013


Da igual los pasos que me impongan las agendas;
                                                             los calendarios;
                                                                  el secundero atroz que acorta mis tiempos.

Me queda la sombra [humo];
                    mi sombra [niebla].

                                     Juego a buscar ese preciso [precioso] ángulo en que mi sombra parece alejarse, separarse de mí, cobrarse otra vida y... desaparecer...
                                                           
Entonces, cuando el sol se muestra misericordioso y  cada rayo es falacia,
entonces,
             sólo entonces,
                    mi sombra [invisible a los ojos ajenos] se tumba a tu lado,
                    o te abraza en la quietud inacabable del rojo que impone el semáforo,
                    o se deja arrastrar por los acordes de esa canción y baila bajo los coches, bajo el autobús, bajo el taxi que cuenta historias;
         
Entonces, cuando la luz se acuesta, exhausta, y todo es oscuridad,
entonces,
             sólo entonces,
                    mi sombra  desciende a la playa [aplastante negrura]  en esa hora incierta en que no es playa sino garganta insondable y se bebe a pequeños sorbos cada recuerdo que acontece en futuro imposible.


                                                                                                 Eva López Álvarez