miércoles, 25 de septiembre de 2013

Sucede a esas horas en que tu alma vuela libre, protegida por la tela celadora de tus párpados, todavía cerrados.

Empuja el amanecer a la noche que agoniza y barre el día las últimas estrellas que hacen remolinos con la oscuridad, como lo hace el polvo con las huellas de nuestros zapatos en los suelos (explícitos lienzos) de las casas.
Se mueven los párpados, anárquicos, al son de los hilos que mueven tus sueños; pareciera que allí, detrás del telón de tus ojos (tintados de realidad), se celebrase un baile entre tus deseos y los míos. 

Sucede a esas horas en que el vértigo de la prisa todavía no ha invadido las aceras; cuando las calles no son sino montones de horas por andar; cuando los árboles se desperezan y te regalan caricias en forma de hojas que no hacen sino abrigarte cuando se enredan, burlonas, en tu bufanda, en tu pelo, en el vaivén de tus pies.

Sucede cuando el césped no ha despertado, cuando se esconde bajo la mullida alfombra de escarchado otoño [preludio del frío]; cuando el verde no es verde, cuando la luz es misericordiosa todavía y pinta las realidades del color de tus ojos todavía somnolientos.

Sucede a esas horas ese instante mágico en que las líneas paralelas de tus anhelos y tus realidades, se vuelven tangentes y chocan en un solo punto, efímero, en que la vida … todavía es sueño… (que diría Calderón…)

                                                                                                                               Eva López Álvarez


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