sábado, 7 de septiembre de 2013

Llueve en el mar;
                   tupida cortina de agua,
                                             sobre el agua.

Mentirosa la línea del horizonte en que se [con]funden azules y grises; nubes invisibles en la nada soez del cielo gris, muerto en el último centímetro cúbico de mar, gris, azul, verde. 
                                                                                                    Ese color que son todos y no es ninguno; ese color [bruma, humedad, niebla, escarcha, humo, ceniza, velo, lejanía] que borra contornos, que miente (burlón) a tu razón; que se mete en tus entrañas [como enredadera voraz] y hace que te llueva dentro, muy dentro; una lluvia gris que baña de nostalgia tus emociones antes de suceder siquiera. Te llueve en los huesos; te llueve en las tripas [llueve sobre el deseo]; te llueve en la sangre; te llueve en el alma... y es entonces, 
      solo entonces,
              cuando llueve en tus ojos un llanto involuntario...
Llanto inmenso;
          llanto estéril, yermo;
                   llanto inútil, inservible... llanto incapaz.
Íntimo llanto,
          llanto invadido de azules extintos;
                   llanto preñado de grises que usurpan mañanas y escupen ayeres.
Llanto inconsolable;
          insignificante [estúpido] en este desierto de aguas fértiles.
Llanto roto en esta balaustrada que fue blanca, como mis sueños de niña.


                                                                                        Eva López Álvarez


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