lunes, 27 de mayo de 2013

Cada mañana mis pasos torpes y somnolientos me dirigen a la ducha con la ilusión de que un día las vivificantes gotas de agua se conviertan en bolas de cristal que encierren en su interior retazos de mis sueños envueltos en esa niebla característica de las bolas de crista que, al agitarse, envuelve en magia el secreto que albergan en su interior.

Después me visto y me preparo un café [mágico ritual] que perfume mi despertar; es justo en ese momento cuando comienzo a vestir mi alma.

Cuando en mi alma es invierno la protejo tanto que apenas puede moverse ni sentir nada; pareciera entonces mi piel la de un robot; mis manos herramientas frías; mis pies, torpes ruedas quizás...

Luego sucede que la primavera llega a mi espíritu y juego a vestirla con ropas livianas que le permiten jugar y asomarse al exterior por cada poro de mi piel.

Los otoños en el alma son duros; realmente duros... Las humedades resienten mucho las paredes de mis entrañas y ocurre que el otoño me dura mucho por dentro. Caen las hojas por las que mi alma pasea sin
mensajes escritos ni secretos códigos por descifrar.

Suerte que hay días en que el verano me desnuda el alma y la deja abierta de par en par;

esperando que entres...
                                   quizás...


                                                                                                     Eva López Álvarez.




Cada noche bajan los fantasmas de tu recuerdo a pintar mi sombra;
cada amanecer se mira mi sombra al espejo y se esfuma con cada recuerdo...

No queda nada;
                       recuerdos,
                                      sombras,
                                                   ausencias...


                                                                                 Eva López Álvarez


martes, 7 de mayo de 2013


Puedes echar raíces en un segundo. Formar tu mundo entero a partir de un instante.
Lograr que tus cimientos sean tan grandes como una palabra y lograr que tu vida quepa en ella; que tenga sentido; que sea hermosa; que merezcan la pena el resto de horas...

Loco.
Te dirán.

Los cimientos son la base, lo son todo. Fuerza, madre, resistencia, apoyo, eje, epicentro, nudo, raíz. ¿Cómo una palabra podría ser la base? ¿Cómo un segundo, efímero, extinto antes de producirse siquiera?

Locos.
Les diré, mientras recuerdo ese maravilloso fotograma de "Los Puentes de Madison" en que Clint Eastwood le dice a Meryl Streep: [...]"esa clase de certeza solo se presenta una vez en la vida"

Locos.
Me reafirmaré.

Los cimientos pueden ser tan, tan, tan fuertes; tan tan tan sólidos como lo que dura un instante. EL instante. El tuyo. No renuncies a buscarlo.


                                                                                                        Eva López Álvarez


Catálogo de ausencias.



Según lo que necesitase imperiosamente sólo veía una u otra cosa...

Cuando se sentía especialmente invisible sólo buscaba ansiosa en los ojos de la gente...

En su Alma [tornada archivo histórico de sentimientos] tenía una valiosísima colección de ojos, tan iguales y tan diferentes entre sí; y cada par de ojos venía debidamente asociado y catalogado con una mirada única, que, por uno u otro motivo, logró traspasar su cuerpo y pasar a formar parte de aquel extenso e inacabado catálogo de ausencias...

La "O" de ojos de su histórico de sentimientos era un documentado registro repleto de miradas que un día estuvieron vivas: había una buena colección de ojos marrones (la mayoría) pero no eran sólo "ojos marrones": los había color avellana, con una dulzura y una candidez que en su día le arañaron la piel y lograron traspasarla; también los había color miel y todavía irradiaban casi la misma luz que aquel día de otoño en que los guardó para siempre y que le aportó una calidez que logró reconfortar su frío; otros eran de un marrón intenso que casi podría parecer negro; pero a ella no la engañaban (era una experta en matices; su vida se había forjado a base de pequeños matices) eran marrones, como también eran arrogantes: de ahí la titánica fuerza que desprendían y que penetró visceral por su ombligo enredándose en sus entrañas y traspasando barreras hasta quedar tatuados en su ordenada consciencia.
También había hueco para unas cuantas miradas de color azul; pero también es ésta una somera definición; ella retrotraía al instante una mirada color azul como el mar, un azul transparente que parecía exhibir impúdico sentimientos acuosos que lograron emocionarla un día. Otros eran azul océano (que no es lo mismo) y su azul era vibrante, más enérgico y parecieran tener un límite en relieve que enmarcaba de misterio cuanto recogían del entorno; fue ese aire enigmático y misterioso el que atrajo tanto su atención que sintió cómo se paseaba insolente por su espina dorsal y se posaba osado en su nuca y ... no fue capaz de dejarlos escapar convirtiéndolos en uno más de sus secretos tesoros.
Otros eran de un azul grisáceo que les confería un aire nostálgico (que tal vez no era real) capaz de aflorar en ella una compasión y una cercanía que bien valía un "huequecito" en su memoria.
Luego estaban los ojos verdes (había visto muy pocos en su vida) y casi siempre se acompañaban de rostros raciales y puros que desafiaban a la cotidianeidad...
Y también los negros... apenas si poseía dos o tres de éstos ojos negros que, tal vez por lo profundo, le produjeron un escalofrío que anidó un tiempo en su estómago antes de pasar al archivo definitivo.

Hubo  a lo largo de sus días y sobre todo a lo largo de sus noches, otros momentos [muchos] en los que no era su "invisibilidad" lo que le preocupaba. Fueron momentos en los que necesitaba de una caricia tanto como del agua o del aire... En esos días sólo veía manos, así que añadió en su archivo un registro, debidamente etiquetado con la "M", repleto de manos...

Guardaba constancia de aquellas manos huesudas y ágiles, fibrosas, de marcadas venas que le parecieron tan místicas que, paradójicamente, le produjeron un sentimiento absolutamente físico de un deseo inmenso por una caricia suya. Pensó que unas manos tan “espirituales” sólo podían regalar gestos puros, nobles, desprendidos… como si las venas que las recorrían irrigasen de paz cuanto tocaban…[Nunca llegó a comprobarlo].
Había hueco para otras manos, absolutamente femeninas ( pero que había requisado tanto de cuerpos masculinos como femeninos), longitudinales que no flacas, rosadas que no pálidas, de largos dedos como esculpidos con precisión propia de un maestro del cincel. Eran “manos de virgen” como ella las llamaba porque eran iguales a las típicas de la imaginería religiosa. Cuando las contemplaba no podía evitar cerrar las suyas y apretar los puños,  lo que hacía que se amoratasen  acomplejándola todavía más. (Sus manos nunca le habían gustado, eran manos  a secas, no le parecían especiales ni le inspiraban ningún sentimiento más que el puramente pragmático de coger cosas). Veía en esas manos algo angelical, algo que sobrepasaba lo meramente corpóreo y no podía evitar sentir verdadera curiosidad por cómo se comportarían esas manos en situaciones tan cotidianas como fregar los platos o arreglar la tierra de las macetas o limpiar el inodoro ¿¿??

Luego veía otras manos que le parecían “infantiles”. Guardó con verdadero primor algunos registros de niños pequeños mirando y descubriendo con regocijo y curiosidad sus manitas [todavía torpes] y sus movimientos; las miraban como si fuesen algo ajeno, como si tuviesen vida propia y esa fascinación quedó para siempre en su memoria, en la “M” de manos con un amplio registro que se llenó de manos redonditas, con pequeños dedos y grandes gestos y una dualidad maravillosa destreza-torpeza…
Con el tiempo observó que ese patrón de “manos infantiles” no era exclusivo de cuerpos infantiles. Puedo contemplar ciertamente maravillada algunas de estas manos en brazos y cuerpos adultos y le encantaba divagar imaginando en qué momento de sus vidas una parte de ellos quedó atada para siempre a la infancia…

Y luego había estudiado otras manos (como las suyas) que le parecían un mero instrumento y, si bien recordaba algunas, no se trataba de un registro en detalle…Entre ellas las había anchas y de dedos cortos, o también otras que siempre parecieran acabar de hacer un esfuerzo ímprobo (tal vez, vivir ya era un esfuerzo para el dueño de aquellas manos…)

En otros momentos de su vida necesitaba imperiosamente de las palabras, palabras y más palabras…. Palabras pronunciadas sólo para ella, únicas, que la arropasen, la reconfortasen, la meciesen en el silencio sordo de aquellos días.
Y, claro está, a lo largo de estos periodos de “vacío semántico” sólo veía bocas…

De modo que, como ya venía siendo parte de su rutina, abrió un nuevo registro, esta  vez con la letra “B” que se fue llenando, día a día, de bocas y bocas y más bocas…

Sus ojos, distraídos para con todo, se posaban absortos en cada boca que se cruzaba en su quehacer diario. Escudriñaba con avidez la boca del cajero del supermercado por más que éste sólo emitiese mecánicos “buenos días, señora” (no recordaba, en cambio, el día en que la llamaron señora por primera vez).
Con igual obsesión contemplaba la boca de la empleada del banco que, periódicamente, le actualizaba la libreta; o la boca de cada uno de sus compañeros de trabajo, …

Guardó, celosamente, algunas de ellas y soñaba en cada noche de eco sordo y cínico que aquella boca roja, carnosa y perfectamente dibujada le regalaba una palabra capaz de devolverla al mundo. O que aquella otra boca de labios finos como cuchillos, como escondidos con timidez en el resto de su rostro eran los dueños de las palabras [mágicas como conjuros] que habrían de liarse, como hiedra en primavera, a su alma sedienta; ocre y marrón como “gasones” secos de tierra en tiempos de sequía…

Pasaron muchos días y memorízó muchas bocas antes de darse cuenta de que no eran ellas las que realmente importaban… aquellos labios celosamente custodiados en su memoria eran meros instrumentos; lo realmente importante era la voz que emanaba de ellos…

Precisó más de un desengaño, pero el vacío que le produjeron aquellas hermosas bocas que no le decían nada la llevó a comenzar un doctorado en voces, tonos de voz, timbres de voz, matices de voz… que llenaron de imágenes sonoras la “V” de voz…


Más tarde llegó el anhelo de unos brazos que la envolviesen como lianas; y, más tarde, vinieron otros desconsuelos y otros cuantos más…, de modo que aquel particular “archivo histórico de sentimientos” precisaría de una vida entera para  contarse…


Esa mañana se despertó confusa… se sentía desbordada, perdida en un bosque de recuerdos enmarañados cuyas ramas [pese a su hermosura] ya no le dejaban atisbar siquiera un centímetro de luz.

Presa de la angustia, y por primera vez en años, sintió conciencia de sí misma y corrió al baño a encontrarse…
Pero el espejo le devolvió un montón de profundos surcos  que desdibujaban cuanto recordaba de sí misma, que escondían sus ojos, apagados y tristes, y desfiguraban su boca, todavía sedienta…

La vida se le había ido buscando unos ojos que la miraran, unas manos que la acariciaran, una boca que la llamara.


Se le olvidó sentir.

Se le olvidó vivir.


Eva.

viernes, 3 de mayo de 2013


Estoy jugando a imaginar que pudiésemos tornar nuestra piel en permeable o  impermeable a nuestro antojo, a nuestro deseo...

Me encantaría ser …

impermeable a los zarpazos que te arañan en la dermis
                                                                 más profunda del corazón;
impermeable al acero de algunas miradas;
impermeable al amargo que deja en tu boca más de un día
                                               cuando juega a extinguirse  en vano.;             
                                                                                                         
impermeable al boicot del tiempo;
impermeable al frío que deja cada abrazo
                                                                   que no pudiste dar;
impermeable a los números
                                   [despreciables]
                                                     que te condicionan;
impermeable a las decepciones,
                          a las frustraciones,
                          a los desengaños;
impermeable a la frustración que arrastra cada palabra
                          que pronunciaste y que nadie escuchó;
impermeable al envés de tu hoja en blanco;
impermeable al correo inmisericorde de cada mañana
                              (a los extractos del banco);
impermeable a la lluvia que anega las estancias de mi alma...


   
Y, del mismo modo, lo daría todo por ser absolutamente…

permeable a las palabras que quedaron escondidas;
permeable a cada guiño casi invisible
                         que el destino quiera regalarme;
permeable a la felicidad efímera de un segundo
                                               que acontece tan rápido
                                                      que apenas se siente;
permeable a cada rayo de sol;
permeable a las manos que hablan;
permeable a lo invisible;
permeable a cada verso que quiera enredarse en mis pies;
permeable a cada sueño infantil
                                   que todavía quiera llegarme;
permeable a un día sin reservas;
permeable al instante vestido de navidad
                                                           que acontece en agosto...


                                                                                Eva López Álvarez






Estar vivo mas allá de los sentidos;
                               mas allá del tiempo;
                                         mas allá de la sangre
                                                          [de la savia; del agua];
                                                  mas allá del silencio
                                                                   [de tu timbre sordo;
                                                                    tu ventana cerrada]

Vivo mas allá de los colores;
                  mas allá de la ceniza;
                            mas allá del frío;
                                     mas allá de la noche
                                                                           [estéril
                                                                           eterna]

Vivo más allá de la fatiga;
                                                del cansancio atroz;
                   mas allá del desarraigo,
                                    mas allá de tus raíces
                                     [huérfanas de toda tierra conocida….]




                                                                                                                           Eva López Álvarez




Pura sintaxis;
                  la semántica se ha esfumado.

Como un botón sin nada que esconder;
          como un candado que nada haya de guardar;
                   como una fachada sin patio interior

                          ...como una certeza sin dudas,
                                                              sin reservas,
                             como un juramento sin miedo,
                             como un espectáculo sin esperpento,
                             como una condena sin pecado por expiar;

                                                  ...

                             como un océano sin misterio...


                                                                         Eva López Álvarez

miércoles, 1 de mayo de 2013



Busco mi pared;
               mi suelo;
                    mi techo.

Busco la palabra que me acune,
                                 que espante los monstruos de mis miedos.


Mientras... me cobijo en tus versos.


                                                                     Eva López Álvarez.