lunes, 27 de mayo de 2013

Cada mañana mis pasos torpes y somnolientos me dirigen a la ducha con la ilusión de que un día las vivificantes gotas de agua se conviertan en bolas de cristal que encierren en su interior retazos de mis sueños envueltos en esa niebla característica de las bolas de crista que, al agitarse, envuelve en magia el secreto que albergan en su interior.

Después me visto y me preparo un café [mágico ritual] que perfume mi despertar; es justo en ese momento cuando comienzo a vestir mi alma.

Cuando en mi alma es invierno la protejo tanto que apenas puede moverse ni sentir nada; pareciera entonces mi piel la de un robot; mis manos herramientas frías; mis pies, torpes ruedas quizás...

Luego sucede que la primavera llega a mi espíritu y juego a vestirla con ropas livianas que le permiten jugar y asomarse al exterior por cada poro de mi piel.

Los otoños en el alma son duros; realmente duros... Las humedades resienten mucho las paredes de mis entrañas y ocurre que el otoño me dura mucho por dentro. Caen las hojas por las que mi alma pasea sin
mensajes escritos ni secretos códigos por descifrar.

Suerte que hay días en que el verano me desnuda el alma y la deja abierta de par en par;

esperando que entres...
                                   quizás...


                                                                                                     Eva López Álvarez.



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