El pasillo era como un eterno retorno. Como sucedía con esas puertas giratorias que sólo quedan en los antiguos casinos (le encantaban; sentía auténtica fascinación por el casino de su pueblo, añejo, caduco); comoen las películas antiguas en que esas puertas eran un cruce de destinos, de miradas sostenidas en ese impás que dura una vuelta y anida largos meses en el estómago.
Y ese pasillo era paso obligado;
ineludible.
Versos en vano; ¿o cómo llamar al verso que brota en medio del amarillo deslucido y sucio de la bayeta que, cada día, recorre los cristales buscando, tal vez, un paisaje distinto? - eso le dolía a Ginebra. Los versos en vano;
el alma anegada de versos;las manos, nido de callos...
Eva López Álvarez
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