trase, repetí, esta vez con un matiz de cierta ironía, con esa seguridad retadora; incluso desafiante… No mucho, por favor, pero que atrase. Estaría bien unos minutos al día; alargar algún momento del día (a ser posible a elegir); estirar la goma que hilvana los minutos, que los cose al bajo de nuestros tiempos y nuestros destiempos…
Nuestros relojes no atrasan; tampoco adelantan; maquinaria suiza, señora. Tal vez lo que busque no está aquí. Aquí el tiempo es inviolable; inamovible; certero; aquí los días acontecen en el intervalo de 24 horas acotadas perfectamente por sus 60 minutos…
…
¡Cuánto lo siento!-le respondí con franqueza… Ni se imagina lo mágico que resulta difuminar los límites del tiempo, emborronar la certeza de que un segundo dura un segundo, de que mañana comenzará a las 00:00 y la seguridad de que hoy (por feliz que haya sido) está comenzando a morir…
…
Salí de allí sin ninguna noción del Tiempo; no miré el reloj, ni tampoco el móvil delator; solo caminé y medí mi abstracción en pasos, no en minutos y recuperé recuerdos que clasifiqué por la profundidad de la huella que dejaron en mi alma y no por el momento en que acontecieron…
No hay comentarios:
Publicar un comentario