Bésame los huesos;
deja descansar tu labio en el vientre de mi clavícula.
Acaricia mis pupilas con las pestañas de tu voz;
enredémos[nos] ceniza y carne.
Susúrrame mañanas en las esquinas desnudas de piel
[tiñe en púrpura el marfil]
Quédate:
arrullo eterno el costillar que fue mi pecho,
amor.
Eva López Álvarez
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