domingo, 11 de mayo de 2014



Desolación es encontrar a cada paso las huellas que no busco [no logro encontrarte]; andar las aceras y desandarlas para reconocer al menos unos pasos, los míos, siempre solos. Y no encontrate.

Asfalto de pájaros sin alas que reptan angulosos pasados; y los árboles, desnudos de hojas en las que escribir ¿dónde estás? y anotar mi dirección por si un día, tal vez, solo tal vez, te decides a buscarme.

Y que nada te toque; equidistancia perfecta en derredor tuyo. Lejos. Ajeno.


Abandono es tropezarte con los pasos que anduvieron otros que jamás se quedaron contigo. Tacones sin tapa vestigio de la prisa. Botas fuertes como la soledad abrigo de los charcos cuando se llenan de fracasos. Zapatitos de princesa que huyó descalza [jamás dejó de croar la rana; yermo su beso; prostituída su ingenuidad]. Y sandalias; sandalias que no lograron vestir de verano los pies que dibujaban el pavimento con trazos de invierno eterno.

Ventanas que no miran; eso es la Tristeza. Puertas de vanos cerrados en vano [huyeron todas las palabras hace siglos].

Abulia es el cielo que ya no quiere llorar. Rotas las nubes: secas de bocas de rictus amargos como la hiel. Los besos en la bolsa de la basura.

Y caminar. El alma bajo el sombrero. La cremallera entreabierta por la que un día se escapaban caricias, sellada de ausencias.

Caminar.
            Lloviéndome a cántaros las huellas que no busco
                                                                            [no logro encontrarte]

Eva López Álvarez
 
 
 

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