sábado, 7 de noviembre de 2015

Rota...






Rota.
Así se descubrió después de mirar los ojos de él.
Jamás vio tanto amor. Sus ojos. Los ojos de él. Llevaban clavadas las lágrimas de ella. Su niña. La niña que lloraba. La niña que buscaba cimientos bajo la almohada. La niña que escondía los calendarios. Que borraba las previsiones del tiempo. 
La niña de los lacrimales preñados de lluvia salada y ácida. La niña de la sonrisa desnuda que cruzaba umbrales inciertos, pilares sobre arenas movedizas.
Rota.
Los ojos de él. Aquellos ojos; llevaban prendidas con mimo (alfiler en la solapa de los novios de edades viejas) los primeros pasos de ella. Su niña. La niña que no dejaba ver que lloraba. La niña que daba vueltas al café amargo de su alma de esperas. La niña que apuraba los últimos sorbos de las esperanzas noqueadas a manos del desamor y las persianas que se niegan a subir.
Rota...

Así se descubrió después de mirar los ojos de él.
Jamás vio tanto amor. Sus ojos. Los ojos de él. Llevaban clavadas las lágrimas de ella.
Eran los ojos de él, ojos de madre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario