martes, 14 de enero de 2014



No es matar el tiempo... Matar el tiempo es tedio; es disfrazar el aburrimiento, la abulia, la ataraxia salvaje que mata tus tripas [las que sienten].

ES... ES... Es cuando el tiempo muere...Se extingue; porque nada importa mas allá. Mas allá de ese abrazo. Ese abrazo a mi piel muerta con la piel que envuelve tu alma. Ese ángulo perfecto en que mi cabeza encaja en tu cuello; esa tangente perfecta que es la línea recta de tus manos [une directamente tu alma con la mía] con mi cuello desnudo [une mi razón y mi concupiscencia, dejando el ángulo muerto que gradúan las realidades].
Nada importa más allá. Mas allá de esa proximidad que emborrona la frontera de tu tibia y la funde con la mía. Esa proximidad que quema como la ceniza y arrasa distancias como el fuego. Esa cercanía que nubla; esa cercanía en que se huele el alma y ya no hay cuerpo ni hay carne; esa cercanía que excita el epicentro de lo que eres cuando no eres piel.

No es matar el tiempo... Matar el tiempo es costumbre; es cuando los lunes acontecen en sábado; cuando septiembre no huele a mazorca y a lumbre sino a enero gélido y blanco... Matar el tiempo es cuando los versos de amor se estudian bajo amenaza de suspenso, que no se cobran vida en tus vísceras (segunda estrella a la derecha de tus noches)

Es... es cuando el tiempo muere... Se extingue; porque nada importa mas allá.

Eva López Álvarez
 
 

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