domingo, 22 de diciembre de 2013



Alrededor de los ojos de la madre el tiempo había dibujado ya tantos surcos como caminos se abrían a la que, hasta hacía un instante, era una niña; su niña.

Todos los años diciembre olía a frío extinto a manos de estufas que significan hogar, de braseros redondos como el mundo que convierten una mesa camilla en un universo, de misericordiosos radiadores que emanan calor como por arte de birlibirloque;
         
                                                                                               y todos los años traía diciembre ese saquito de preguntas cargadas de futuro paridas de la necesidad [avidez] por saber de aquella cría vestida de varitas mágicas.

Aquel año diciembre llegó con un color distinto; un aroma diferente; un frío que no terminaba de extinguirse, de ahogarse, de rendirse al brasero, ni a la estufa, ni a la lumbre mágica de la chimenea, ni al radiador...
Le pesaban aquellas líneas de expresión que fueron un día y que hoy eran auténticos caballones donde acequias de lágrimas acamparon durante años. Su niña era la que hoy la miraba sabiendo que, de un momento a otro, aquella mujer, la MADRE, SU madre, rompería el cómodo silencio con una pregunta; y su intuición le decía que aquella pregunta era la que durante muchos años ella planteaba cada diciembre.
                         Uno tras otro.
                                              Todos.


La que fue niña hacía tiempo se recordaba a sí misma preguntando impaciente:

- Mamá, ¿en qué se nota que es Navidad?

Y recordaba cómo se impacientaban sus manos si una respuesta satisfactoria tardaba mas de esa eternidad infantil que ocupa un segundo.

- Mamá, ¿qué es la Navidad? - preguntaba mientras sus ojos se quedaban, literalmente, pegados en los adornos de la Plaza Mayor.

- Mamá, ¿somos distintos en Navidad?. ¿Por qué todo el mundo se sonríe, incluso los que el día de antes se miraban como enfadados entre ellos; enfadados con el mundo??

Se deshacían las calles a su paso mientras la que ayer era una  cría se sentía un poco madre de la madre. Y, la que fue niña hacía tiempo, comenzaba a inquietarse [como lo hacía su madre tiempo atrás, cada diciembre entrante] porque sabía, SABÍA, que no bastaba cualquier respuesta. 

Todo se detuvo entonces. La que fue niña hacía tiempo alimentaba su sonrisa de las lágrimas que no podían brotarle buscando la respuesta a la incipiente pregunta [los ojos de la madre estaban preñados de aquella pregunta sempiterna vestida de diciembre].
Suspiró; siguió sonriendo con esa ternura inconfundible de las lágrimas mudas...El tiempo - se dijo a sí misma...

El tiempo arranca la semántica a la palabra madre - lloraba en silencio, mientras le sonreía a la madre. El tiempo vacía un poco las almas de sus recuerdos cuando pesan demasiado. El tiempo ralentiza la sangre. El tiempo es una burbuja inmensa que se cuela por entre la tela de araña de dendritas y axones que perdieron la brújula un instante atrás.

Pareciera que un resorte secreto, escondido en las calles vestidas de fiesta, activó de nuevo los pies de la madre. Avanzaban sus manos y aumentaba la presión de la mano de la madre en el brazo que la sustentaba, el brazo de la que ayer era una cría, su niña.

- Hija...

Y se detuvo el mundo entero. Se intercambiaron los polos. Se hizo de noche bajo su piel.

- Hija... ¿Qué es la Navidad?

Y el mundo seguía quieto.  Anegados de tristeza océanos y mares. Secos de pena sus ojos.
La presión en su brazo aumentaba insaciable de respuestas. La que ayer era una niña, su niña, veía en los ojos de la madre su propia impaciencia, su propia necesidad de saber, su propia necesidad de escuchar la palabra justa....

- Hija... ¿Qué es la Navidad?

Duelen las lágrimas cuando brotan adentro. Escuecen a su paso el reverso de la piel. Cuando amas con lo mas profundo del alma lloras hacia dentro. Para no herir a los que quieres. Pero cada lágrima deja una quemadura certera y atroz por dentro. Un libro infinito de tristezas la piel llorada  en silencio.

- Mamá; mama!!!. Mami!!! la Navidad es...

Tiempo quieto.
                       Tiempo inmóvil.
                                                Tiempo estanco.
Acurrucada la eternidad en la palma de la mano.

Y los ojos de su madre, vacíos de la semántica de madre, espejos de una niñez emborronada.

- Mamá; mama!!!. Mami!!! la Navidad es... La Navidad es una mentira, mamá.

La madre pareció sumirse en una tristeza inesperada.

- Mamá, espera, escúchame!! Es LA MENTIRA que solo es capaz de inventar una madre, tú mamá, para explicar lo inexplicable, mamá. Es la mentira de tu sonrisa año tras año que alimentaba mi dicha, mi ilusión, mi fé, mi confianza. Es el amor que subyace a esa mentira, mamá.
La Navidad es el amor que encerraba tu mentira cada año. El amor inmenso que se tragaba las realidades para alimentar quimeras. El sacrificio que subyace a esa mentira, mamá.

Una chispa unió los puntos cardinales de aquel amasijo de dendritas y axones que perdieron su brújula. Y recordó, lo que dura una mentira, tantas navidades de color carmín; soterrada ceniza.

- Eso es la Navidad, hija. Gracias. Te mentiría mil veces mas, ¿sabes?

La música omnipresente volvió a difuminar aquellos puntos cardinales. Los ojos se apagaron de nuevo. La última lágrima escoció mas que ninguna.

Continuaron su paseo; la madre y la que hace años fué su niña. Eso era la navidad....


                                                                                         Eva López Álvarez


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