lunes, 18 de noviembre de 2013

La agenda de la tarde traía todas las líneas llenas y varios post-it de colores ácidos tatuados con otras tantas obligaciones (de colores gris y marrón) por cumplir.

Los cristales de la cocina, empañados de invierno del de antaño (el que cuentan las abuelas, el de los hielos jugando en las canaleras y en los aleros de los tejados), me advirtieron de la temperatura [un reto a la piel] y de la lluvia [tupida cortina por la que resbalaban desnudos recuerdos empapados de agosto]. Decidida a no dejar nada pendiente, dispuesta a no rendirme a la dictadura del frío, dispuse sobre mi cuerpo una y otra capas hasta que el abrigo ya no podía abarcar mas, pero...todas adecuadas para unas cuantas visitas comerciales: medias, medias de esas de 800 deniers, falda tubo, body, camisa, blazer, pañuelo (de los que dan 6 o 7 vueltas), abrigo, otro pañuelo, guantes (una pasada, los compré esta mañana y tienen una especie de huella falsa para ¡¡¡¡¡la pantalla táctil del móvil!!!!!), tacones (de los míos), paraguas, bolso y portadocumentos (con las propuestas comerciales)...

Tras un largo rato de camino, tras varias charlas infructíferas, el cansancio me atrapó y quiso vencerme: comenzó a tirar el hilo que asoma por mi lacrimal queriendo hacer brotar un torrente de lágrimas capaz de desafiar a la lluvia incesante. Pero no le dejé.

Sonreí.

Opté por descargar lo que pudiese para caminar sin esa angustia del bolso que se resbala, el portadocumentos que asoma bajo el paraguas y se moja, etc. Metí como pude el portadocumentos insidioso y rebelde en el bolso que dispuse alrededor de mi cuerpo a modo de bandolera y...busqué mi lista de reproducción favorita en el móvil, me puse los auriculares y, por último...

cerré el paraguas...

Las primeras gotas querían molestarme; hasta que ralenticé el paso...los zapatos resbalaban cuanto mas deprisa intentaba andar así pues dejé de correr y caminé; paseé... Notaba cómo las ondas de mi pelo se enredaban primero, se enrollaban sobre sí mismas unas gotas mas tarde...y eso me hizo sentir libre, completamente libre. Los rizos eran cada vez mas pronunciados, se enredaban en los pendientes y yo notaba como, simultáneamente, se enredaban mis ideas, se enredaban mis deseos, se enredaban mis prisas y se enredaban mis pasos...

Y aquí estoy, feliz, "acetilcisteína de 600 mg" en mano; mi pelo todavía libre de formas impuestas por las agendas. La música acompasando mis pulsos.

Si quieres, nos vemos la próxima lluvia...


                                                                                               Eva López Álvarez


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