jueves, 28 de noviembre de 2013


Mis manos,
             las que no pueden tocarte,
encierran un manojo de nubes
                                      [vapor de lágrimas lloradas en negro
                                                                      en el lagrimal de las ausencias]

Cubren ropajes tatuados con nuestras calles,
                                              las que jamás andamos juntos,
             mis tobillos en los que anudo las huellas de tus pasos,
                    el empeine en que escribo tu nombre con la tinta invisible de mis esperas,
                         los muslos,
                                    desnudos de mentiras.
                               mi vientre, preñado de los cuentos que habrán de ser nuestros.






                                                                                                               Eva López Álvarez



1 comentario:

  1. "Salir ahora a pisar el invierno".
    (TOMÁS SEGOVIA)


    Percibo en el viento mudo la decrepitud finita de un otoño que se avergüenza de serlo y se disfraza de hermano mayor, de señor importante. El invierno siempre se observa en el cielo antes que en los almanaques. Esta ahí, agazapado, acechante, espernado víctimas a las que congelarle el monopolio de una ilusión que busca ser compartida. Su llegada se anuncia en los rostros expectantes de los niños, en la tristeza sin remedio de los mayores, en el humor que hiela mis lágrimas y las transforma en diamantes derrotados. La premura del invierno se reflejaba en el cielo esta mañana en el brillo etéreo, en el claroscuro, de una bandada de besos con lágrimas en la boca que emigraban a lugares cálidos donde la pasión acaricia la piel antes de pedir permiso. Calculo la primera derivada de mi frustración y obtengo un resultado donde la esperanza es algo más que un estado de desánimo o un desprecio de nueve letras. Si la fórmula no falla tu cuerpo es el único lugar con superávit de Calor Interior Bruto. Un buen lugar donde parasr el invierno, un buen lugar para morirse. Encierro el resultado en un firme rectángulo azul porque la amistad es una forma de amor y no quiero que escape como los besos que surcaban el cielo esta mañana de otoño sin noticias.

    P.D.: Un poeta lamentó con amargura que los muertos se quedaban solos. ¿Sólo los muertos?


    EL COLECCIONISTA DE ATARDECERES

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