jueves, 1 de agosto de 2013

Aquella noche su desnudez se vistió de blanco. Su piel expuesta dejó de tener sentido; como si hubiesen arrojado cántaros de lejía sobre su deseo. Se deshizo, como un terrón de azúcar rendido. Su último [DES]amor la empujó al espejo aquella noche inmaculada; contempló durante horas su desnudez con los ojos ávidos de respuestas mientras las agujas del reloj trazaban un nuevo mapa de desdichas, fracaso y frustraciones.

Fue a partir de esa noche que esa desnudez que contempló hasta el amanecer dejó de parecerle algo íntimo. Le había robado las ganas; le habían amputado todo atisbo de morbo que quisiera forjarse en sus entrañas ...
Los minutos, las horas, los días, LAS NOCHES fueron desde entonces como un electrocardiograma plano. No quedaba nada ÍNTIMO; todo era transparente; todo era una línea recta, un camino sin recodos, ni esquinas...ni vértices ni ángulos. Le atormentaba aquella ausencia de sensaciones. Nada que guardar. Nada que proteger celosamente. Nada le erizaba la piel. Nada arrastraba sus ojos ni nada había que hiciese saltar ninguna alarma interior.

No quedaba nada íntimo.

...

Cogió aquel blazer que llevaba tiempo mirando en el escaparate. Se dirigió a una de esas columnas forradas de espejos que juegan a engañarte en las tiendas. Deslizó la percha fuera del blazer y se lo probó con el abandono de saber que no es para nadie. Miró el efecto de abajo arriba; se había puesto aquella prenda sobre un short juera de contexto pero aun así le resultó favorecedora; siguió su recorrido ascendente y al mirar arriba el espejo le devolvió unos ojos que se habían enquistado en los suyos. Habían atravesado epidermis, dermis e hipodermis y allí estaban, en lo mas profundo de su alma.

Se ruborizó; como nunca. Aquella mirada superaba cualquier grado de intimidad conocido hasta entonces.

Aquellos ojos sonrieron, asintieron aprobando aquella chaqueta y le susurraron al oído:

"Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte".

Reconoció de inmediato aquellas palabras de Cortázar. Las guardaba en su histórico particular, archivadas en la A de aguijón ("palabras que te llegan al alma")

Solo que aún no te había encontrado - añadieron...

Eva López Álvarez
 
 

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