jueves, 1 de agosto de 2013


"Hasta las lágrimas suben de precio" ...

Esas palabras de Benedetti, su Mario de la mesita de noche, retumbaban en su cabeza.
Ya no le quedaba asidero alguno; ni siquiera podía llorar... el llanto ya no era balsámico, terapéutico, ya no era un remanso de paz... Ya no volvía con la sonrisa intacta de aquellos mares de lágrimas que, otrora, inundaban sus entrañas dejandola libre de pesos, de anclajes, de tormentas...

En su presente estanco, pesaban tanto las lágrimas que se deslizaban en forma de gotas de plomo, el mismo plomo [viscoso y gris, siempre vestido de invierno] que se prendió a sus amaneceres tiempo atrás.

Jugó a buscar una palabra que luchase [en su nombre] contra el destino. Su destino. Se topó de bruces contra el AZAR...
Quiso alterar su destino; jugar a emborronar las líneas de sus manos, las que contaban en pasado lo que no había acontecido.
Se preparó un café como solo se prepara a quien amas [con la piel]; se dejó envolver por su aroma, se empapó el alma hasta calar los huesos ...

Después jugó a desandar lo andado e improvisar el mañana que parecía atado a ese destino tejido con hilos de ceniza; removió los posos del café con la ingenuidad con que un niño escarba la arena en busca de un tesoro... Cada poso un deseo; los hilvanó como si fuese el ajuar de su alma y los dispuso de tal modo que cada día el AZAR le regalase uno de ellos...

                                                                                                                               

Eva López Álvarez

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