miércoles, 23 de octubre de 2013

Ella pensaba que al dormir se echan raíces.

Realmente, nunca deseó matarlo. Sólo que se quedase a su lado.
Pero amanecía y se levantaba, se afeitaba y se marchaba.

Aquella mañana amaneció muy pronto, se marchó muy pronto.

Realmente, ella no deseaba matarlo. Sólo que echase raíces a su lado.

Compró varias cajas de esas inocentes que se venden sin receta, llenas de perlas que cantan como sirenas al sueño cuando se empeña en zarpar.
Preparó una cena sabrosa que guardaba aquellas perlas deshechas a manos de aquel amor macabro.

Durmió. Ella lo miró toda la noche, esperando ver cómo crecían aquellas raíces rompiendo su piel, soldándola a sus sábanas.

Dormía.
            Amaneció.
                             No despertó.

Realmente, nunca deseó matarlo. Sólo que se quedase a su lado.


                                                                                               Eva López Álvarez



No hay comentarios:

Publicar un comentario