sábado, 5 de octubre de 2013


La simetría me asusta...esa igualdad hiriente me duele...

Difícil encontrar, por ejemplo, dos cuadros simétricos en mi casa [torcidos no... pero tampoco simétricos]. Distintas las mesitas de noche de mi habitación; las lamparitas que alumbran la hoja del libro que me hace soñar hasta que llega el sueño. Distinto cada rincón; la armonía se esconde en pequeños detalles, jamás en lo obvio.

Me escuece la simetría porque me inquieta la perfección; es uno de esos conceptos que tienen espinas. Huyo de perseguir nada perfecto. 
Me fascinan, por contra, esas maravillosas imperfecciones que confieren identidad a nuestras emociones, a aquellas cosas que nos arropan, a todo cuanto nos enamora. Pequeñeces que tal vez solo tu conoces y que hacen gigante eso que amas. 

Paradójicamente,
               pura contradicción
                                       [maravilloso término, humano: piel, sangre]
hay un detalle en que me someto a esa simetría que me aterra: mis brazaletes dorados...

si me acompaña uno de estos brazaletes, el otro siempre, siempre, siempre, se prende a mi otra muñeca. No sé explicar por qué. Tal vez, sólo tal vez, siembran en mi subconsciente la palabra reconocerse; es como si limitasen la magnitud de esas soledades que te persiguen tantas veces; son dos, inseparables y espantan cualquier atisbo de soledad  ...

                                                                                      Eva López Álvarez


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