Las palabras pueden... provocar emociones, empatía, arrancar de uno mismo esa Soledad brutal que, a veces, se instala de okupa en tu espíritu... Desnudar impúdicamente un pensamiento; erradicar el vacío; tornar posible lo imposible; alentar la curiosidad; mover cimientos; reivindicar cada día un sueño... Sólo eso, todo eso... en un ovillo de palabras por desenredar.
martes, 22 de octubre de 2013
Me equivoco cada día,
a cada instante.
Me equivoco al despertar,
me equivoco cuando sueño.
Me equivoco en tus manos y …
me equivoco en tu ausencia.
Me equivoco contigo;
me equivoco sin ti.
Me equivoco en la distancia y
me aturde tu proximidad.
Me equivoco en las palabras y en los silencios.
Me equivoco en mi quietud, en la calma;
y… me equivoco en la prisa.
Me [con]funden tus abrazos.
Y me vuelvo a equivocar.
Me equivoco al afirmarte y me equivoco al negarte.
Me equivoco en acto
y en potencia
[todo]
Me equivoco cuando me quedo;
me equivoco si me voy.
Me equivoco cuando te pienso,
me equivoco si te olvido.
Me equivoco en mi certeza y me equivoco en mis dudas.
Me equivoco en el vacío que dejas.
Me confunden tus gestos,
la inercia de tus gestos.
Tu indiferencia.
Miro el teléfono,
una y otra vez,
y me equivoco.
Salgo a encontrarte
[…”andábamos sin buscarnos,
pero sabiendo que andábamos para encontrarnos…”] (*)
Y me equivoco.
Espero,
y me equivoco.
Me alejo…
Te arranco de mí, de mí, de mí…
Y me equivoco.
Eva López Álvarez
(*) Julio Cortázar (magia en cada página de Rayuela)
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