jueves, 3 de octubre de 2013

Nunca había reparado en la magia que encierra leer un libro PÚBLICO. No uno tuyo, propio. Un libro de la biblioteca. Me explico... leer un libro siempre es atravesarte en dos y convertirte en otro[s] pero...
                                                                                                           
    pasear por entre las estanterías [tabiques crecidos de párrafos y versos] de una biblioteca, recorrer cada recodo de cada una de ellas, girar la cabeza inconscientemente para escudriñar los lomos de los libros [cuevas insondables del deseo; todo espera y esperanza antes de abrirlos] y dudar, y elegir...
                                                                                                              una vez  elegido,  cuando el libro es tuyo por unos días, esperas como un niño impaciente a llegar a las escaleras y lo abres... sin leer, sólo lo abres,
                   anárquicamente,
                                        y  comprendes que en cada línea hay una huella de montones de retinas que no son las tuyas y que le otorgan un peso indefinido e incalculable. Comprendes que vive (sempiterno) un recuerdo distinto en cada entrelínea, una vida ajena en cada párrafo; el tacto de otras manos; jirones del alma de otros. Tacto. Vista. Olfato. Gusto. Oído [escucha de hojas al pasar]...

Es algo íntimo incluso... meterte en la piel del protagonista de la historia [ser otro, distinto] mientras tocas otros  pulsos [sístole y diástole de las emociones que otros sientieron antes], mientras miras sin un ápice de pudor lo que otros miraron.
A mi particularmente me sucede que cuando me topo con un libro que alguien subrayó, lejos de enfadarme, busco exactamente lo que dilató cada poro de la piel del que marcó esas palabras, esas líneas... Y entonces soy yo, Eva, la que lee, pero también soy un poco el protagonista y un poco el autor y un poco el que lo leyó hace días, o meses, o quizás años...

Cuando el calendario me recuerda que ese libro ya no es mío me cuesta desprenderme de él; ya tenía un hueco en la cómoda de mi alma y juego a imaginar quién se lo llevará consigo, a otra vida, a otra mesita de noche,  quién redimensionará cada capítulo, cómo vivirá en la piel del protagonista ese otro nuevo dueño...

                                                                              Eva López Álvarez


                                                                                         

1 comentario:

  1. Hoy he paseado, dos veces, por esas estanterías de la biblioteca. Mientras buscaba un libro en particular [dos títulos, para ser mas precisos], cabeza inclinada, ojos expectantes, he reparado en que (realmente) no es un título lo que buscamos... es ¿una pista, quizás?.

    Una pista,
    la punta del hilo que desenrede la maraña de sueños y emociones que se funden y se confunden bajo nuestra piel...

    Volveré otro día... necesito mas pistas

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