viernes, 25 de octubre de 2013

Se miró al espejo con verdadero estupor...

- Necesito un cambio, urgentemente. Me cortaré el pelo.

Todo eso lo pensaba ausente, sin apartar sus ojos de la imagen que el espejo le devolvía. No le molestaba el flequillo. Ni tampoco el color. Ni siquiera el largo. Sus puntas estaban bastante dignas. Y, en cambio, un sudor frío de origen desconocido iba recorriendo cada milímetro de su piel, vestida solo con la luz tímida que anunciaba el día.

Tanto miró que sus ojos se perdieron [nada veía en ellos que le resultase real]; su nariz se difuminó hasta reducirse a nada y su boca [la recordaba elocuente] se fundió en una mancha de carmesí muerto sin nada que decir, sin nada que pedir, sin nada que regalar, sin besos que plantarle al mundo...

- Son mis raíces [que no mi pelo] las que necesitan un retoque; recortar las puntas que roban la savia de mis deseos. Arreglar el corte: se extienden a las inhóspitas tierras de las dudas. Marcar el peinado: un poco de serum que suavice las realidades.

¿Dónde coño se hará eso?.

                                                                                                                Eva López Álvarez


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