Me quema en las manos la tristeza de tu alma.
Las veo; sus paredes llenas de humedades que supuran ayeres empapados de avispas;
el techo arrastrado a manos de aquel huracán de palabras heladas;
hubo suelo donde hoy respira una maraña de ennegrecidas raíces.
Ácido atroz en mis manos cada una de las lágrimas [piedras incandescentes] que caen a plomo de tu lacrimal, con esa infinita cadencia que escribe versos en las arrugas que el tiempo dibuja alrededor de tu boca.
Me empapo de tí;
hasta los huesos.
Te regalo el lienzo de mi piel expuesta; puedes tatuar cada centímetro con cada uno de esos versos, espinas en tu memoria, para luego leerlos en tercera persona [conmigo]
Eva López Álvarez
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