viernes, 16 de agosto de 2013

Algunas mañanas anuncian lluvias;
                                                  otras amenazan tormenta.
Algunos días vienen cargados de versos
                                                            y,
                                                              otros,
                                                                      envueltos en papel de regalo.
Algunos amaneceres te pillan por sorpresa; tocan al timbre de tus despertares dentro de un sobre en cuyo remite se lee: "Nunca te olvides del azar".
Algunas jornadas auguran nudos de corbata y zapatos abotinados que limitan tus pasos.
De algunas madrugadas cuelga un cartel de "no molestar" y se enmaraña la alborada en la indescifrable  penumbra [cerrada con llave y candado]
Algunos hoy acontecen atados a la aguja que marca las horas
                    y otros juegan audaces prendidos al secundero irónico.

Algunas auroras abandonan el blanco sometidas al azul de las tiras de la fregona [tiranas].
Hay días para vivir al abrigo de un paraguas; días que huelen a café; días arrollados por la prisa; días incorpóreos como el humo, listos para que te los fumes.
Días que te asaltan ya entrada la tarde y te atan las tripas a unos ojos que te regaló el tiempo estanco en el rojo eterno de un semáforo.
Algunos días son como un viejo con la memoria rota a manos de los calendarios que se acumulan en sus arrugas;
            otros son vírgenes, como las ilusiones de un niño.

Algunos amaneceres caen presos del ruido que levanta muros [gritos sordos entre tu y yo].
A veces sucede que la aurora tatúa una nota musical en cada poro de tu piel [partitura expectante de caricias].

Hay mañanas que flotan [como peces muertos] en un charco gigante de lágrimas irresolubles.

Y hay días que presagian besos.
                                               Besos desnudos. Besos metralla. Besos voraces. Besos blancos. Besos mojados de las humedades de tu alma. Besos rendición. Besos con los ojos, con las manos. Besos de papel. Besos libertadores. Besos impacientes o calmos. Besos titilantes que cambian el color de tu piel. Besos de lluvia, de agua de mar, de bruma a punto de deshacerse a manos de las horas. Besos que escuecen [curan]. Besos motor. Besos redondos que liman todos tus cantos, tus vértices, tus ángulos muertos, tus esquinas [vigilantes del porvenir]. Besos escritos en el reverso de una hoja. Besos prendidos a la solapa de tu traje gris. Besos que te vuelven del revés. Besos que nunca llegaron a darse. Besos certeros. Besos eternos que duran un segundo. Besos largos como el desencanto. Besos que muerden. Besos que saben a arena, a sal, invasores de cada milímetro de tí [carne, piel, huesos]

                                                                                               Eva López Álvarez

1 comentario:

  1. "Hay besos que se dan con la mirada".
    (GABRIELA MISTRAL)


    Y por eso busco tu nombre en las placas azules de las calles. No encuentro las letras, pero queda el beso. El beso que perdona y paga lo que debe. Por eso es beso.
    La soledad está hecha de sueños rotos y olvidos enteros. Ginebra lo sabía. La echo tanto de menos.
    Reitero que tu lugar está en las librerías. Ese talento no puede malgastarse.

    EL COLECCIONISTA DE ATARDECERES

    ResponderEliminar