lunes, 7 de octubre de 2013



Hay días, de esos que duran meses; 
               de esos que cambian los dígitos del anuario
                                                   [plastilina el tiempo] 
                             en los que decides hacer inventario de cuanto queda de ti.

Ese día del inventario [cerrado al público, previo aviso; cartel en la espalda; recordatorio en los ojos] bajas la cremallera de tu piel [¿nunca la has buscado? mira en la ingle, comunica directamente con tus entrañas, pura ingeniería] y comienzas a puntear:

- dos cajas de "piel de gallina": se nos queda corto, quiero emocionarme mucho mas -piensas en voz alta.

- tres cajas con cinco paquetes cada una de quinientas sonrisas: bueno, solo queda un trimestre; con criterio puedo llevarlo bien. 

- un paquete de diez deseos abierto; hago recuento... me quedan dos deseos: ¡¡¡Joder!!! - ¿cómo voy a arreglármelas con esto? 

- cuatro cajas de abrazos - nadie quiere abrazos o qué está pasando?? 

- dos botellas de aliento para regalar - me encanta regalar aliento. Insuflártelo en forma de palabras escritas con cuanto amor resta en este inventario mío. 

- una tonelada de sentido común - ¡¡¡¡"la hostia"!!!!!, no logro quitármelo de encima. 

- cinco cajas con cuatro paquetes cada una de lágrimas surtidas: de alegría, de histeria, de nervios, de pena, de desconsuelo. 

- medio botellín de 250 ml. de carcajada: ups! - poco me queda te lamentas... 

- una caja de besos surtidos: besos fraternales, besos mudos, besos filiales, besos maternales, besos que anulan el mundo, que dilatan cada poro de tu piel, que liberan un torrente de sangre sin dique que lo estrangule. Besos azules, rojos, besos púrpura como el misterio. Besos blancos. 

Vas llenando cada casilla de ese inventario hasta que te das cuenta que no encuentras la fe por ningún sitio. 

- ¿Habré olvidado revisar algún rincón? Bajas la cremallera a tope. Mueves entrañas allá, vísceras acá, manipulas piel y carne, "escarbas" cada centímetro. 

Y recuerdas que no hace mucho decidiste moverla de sitio, cambiarla, trasladarla, salvaguardarla, reservarla para emergencias porque apenas quedaba una dosis de 200 mg. de fé. 

Consumiste mucha la última vez que una tristeza se enquistó dentro. Comienzas a recorrer cada pedacito de tí, hasta el mas insignificante y, cuando ya la dabas por perdida escuchas una voz que te necesita y encuentras esa dosis multiplicada por mil; o lees una palabra que te la devuelve intacta y crecida; o llega en forma de llamada telefónica inesperada; de sonrisa; de guiño certero al alma 
                                                                   y sientes que los depósitos reservados para la fe se desbordan. 


PD: no me gusta la palabra FE pero la foto me empujaba a escribir este texto con ella. Yo la cambiaría por ilusión, magia, confianza. (Gana puntos en mi opinión) 

                                                                                                                                Eva López Álvarez







1 comentario:

  1. "Sonreíste / todos los libros del estante cayeron".
    (CARLOS CLARÁ)


    En el punto más distante del campo visual, que siempre es menor que lo imaginación abarca, rompe a brillar una mañana de martes. El día llora lentamente las horas del amanecer hasta alcanzar una temperatura de veintitantos grados evígrados (no lo sé con seguridad; ni siquiera los meteorólogos lo saben). Siguen haciendo el amor el verano y el otoño. Muchas personas salen temprano de casa sin saber si van a la oficina o a comprarse un helado de algún sabor novedoso que ya no existirá el próximo verano. Salir de casa es una manera de buscarse problemas, según dijo alguien, pero el organismo pide a gritos un paseo. Y como no soporto los gritos, salgo a la calle. La chica del blazer ha estado en el parque hace escasos minutos, pues todavía puede escucharse la sonora huida de sus tacones sobre lágrimas caducas. Cojo una pluma de paloma para ofrecérsela si me la encuentro, aunque sospecho que acabará en el cubo de la basura, igual que las que cojo los demás días. Poca gente sabe cuánta ilusión abarca una pluma de ave. Andar es ir muriendo y por eso camino despacio, llenando de intensidad cada paso y dejando algo de mí en cada huella. Cuando uno creía saberlo todo de las cafeterías llega una vienesa con aires de muñeca legendaria y eleva un vulgar café a la categoría de obra de arte. Porque en el arte, como en todo, hay café glorioso y bebistrajo. Pero no son muchos los que captan el matiz que los diferencia. Compruebo gozosamente que algo tan netamente masculino como el zapato Oxford lo luce la mujer con más estilo y más glamour que el hombre. Y atándose los cordones con esa ligera pincelada de descuido, rabiosamente sensual en su longitud curvada, en ese ocho mágico que embellece el pie sobre el que reposa. La gente que detesto se multiplica y aparece donde menos me lo espero, como si la esperara en alguna parte. Siguen pasando las horas y las tristezas. Resignadamente, procuro encajar estas indelebles octubridades en el puzzle de mi grisura con el vano consuelo de que mañana será otro día y ese otro día será el mismo día.

    P.D.: Yo a la fe procuro llamarla Eva. Lo siguiente es el ardor.


    EL COLECCIONISTA DE ATARDECERES

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