domingo, 20 de octubre de 2013

[No siempre podemos mostrarnos como somos; podemos desnudarnos por entero; casi nunca somos francos...
El verso que abre este texto iba a ser el título de mi poemario...Finalmente no lo ha sido, demasiados matices, demasiadas connotaciones, demasiadas espinas. 
Pero a ratitos, como éste, quiero reivindicarlo... ahí lo dejo: siete jirones de mi piel;
                                                                                                     tal vez, sólo tal vez...
Por eso lo acompaño de una imagen franca, aunque no sea la que corresponde en este texto; pero soy yo en la única imagen con rostro de esa tarde en que me pinté las lágrimas negras que, finalmente, dan título al libro: sin paraguas, sin mano, ¿sin miedo?]


Siete hostias se llevó Blancanieves;
         siete fracasos;
                  siete vacíos;
                           siete frustraciones.

El reproche vital de Gruñón que caló de miedo su Alma y le arrancó su ingenua sonrisa para siempre.

El fallido intento de suicidio de Feliz que no logró alejar la Tristeza negra y viscosa que un día se apoderó de él.

El grito sordo de Mudito que no precisó palabras para mostrarle lo poderosa que puede llegar a ser la Soledad.

El terror onírico que le arrebató sus sueños blancos de infancia cuando una noche escuchó el monstruo que se cobraba vida en la pesadilla de Dormilón.

La alergia enquistada que obligaba a Mocoso a repudiar la belleza naif de una flor silvestre; que lo aislaba del mundo envuelto en nebulosas de mágico polen, germen de vida, convertido en lento asesino para él.

La certeza, inequívoca, irrevocable, brutal e inamovible de Sabio de su insignificancia, de su fragilidad, de su relatividad, de su ignorancia que lo hacía sentirse pequeño, vulnerable, perdido,
                                                                                                                                             perdido,
                                                                                                                                             perdido…

La frustración vital de Tímido que nunca logró arrancar de sí mismo aquel pudor que le impedía vivir, que le impedía reír, que le impedía llorar, que le impedía sentir…



                                                                                           Eva López Álvarez



2 comentarios:

  1. Perfectas lágrimas... no encontrarán mejor ubicación que las que tú le has dado.
    Me ha gustado recordar los nombres de estos siete seres encantadores
    que han demostrado tener sentimientos enormes.
    Espero que ese libro tenga tanta belleza como el lugar en que has pintado su título.
    Besiños.

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  2. "Pero en aquel entonces era la más hermosa del mundo y yo quería estar con ella en todo momento".
    (JOSÉ EMILIO PACHECO)


    La sensualidad tiene cuerpo de mujer y sonríe como tú. Uno presencia semejante despliegue de fotogenia y se queda desarmado, convulso, indefenso (Borges apuntó que estamos indefensos ante la belleza). Dos mitos comparten imagen y rivalizan en ese decuidado afán por conseguir la sonrisa más célebre de la Historia. Yo me quedo con la sonrisa de carne y hueso, urente gajo de Luna imposible de plasmar sobre un lienzo. Todo es belleza en la fotografía: la dulce curvatura del cuerpo, el fulgor del pelo confundiéndose con la vegetación, la limpia tersura del pie derecho, la mano inocente y delicada prolongando el erotismo de la pierna opuesta, prendas que permiten perfilar una silueta (relámpago de lo prohibido) cuyo recuerdo ilumina un dormitorio en noches de soledad, cuando el deseo no duerme y escribe tu nombre en el renglón infinito de tu carne caliente. ¡Cuántos poemas de amor podrían escribirse en el papel de seda de tu vientre!

    P.D.: Recuerda que te debo una pasión y mil desvelos. Esta noche lloraré tu belleza.


    EL COLECCIONISTA DE ATARDECERES

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